Viejas
Historias de “Trapixo”.
“Trapixo”: Contrabando en portugués o gallego.
En la puta frontera, dónde todo gira alrededor de esa raya
imaginaria, irreal, absurda, pero cierta en las coordenadas geográficas de una
especie idiotizada -la humana- mi hermano pequeño y sus compas de la generación
siguiente a la mía se la giraban de “atajadores” en el Puente Internacional de
Tui. Corrían los años 70 y el
franquismo.
Cuando los conductores se pasaban horas formados en una
interminable cola (bicha en portugués), para pasar a Valença do Miño a comprar
productos baratos de lo que aquí había poco y malo, ellos, los “atajadores” se
presentaban en bicicleta al final de la cola, digamos a 3 kms del puente, y a
100 pesetas de la época por pase organizaban una caravana de 10 carros –para
redondear las 1000 ptas- y en 10-15 minutos máximo plantaban a aquellos
turistas en la mismita entrada del puente. Llevándolos por los atajos que todos
los del pueblo conocíamos. Así les ahorraban tres horas de espera.
A los que se emputaban al ver la maniobra – por otro lado
completamente legal- simplemente los mandaban a chingar a su madre.
Eran 1000 ptas por viaje en aquella época gris, franquista y
miserable. Si hacían varios viajes por día los fines de semana, ganaban mucho
más que un chupatintas de banco de aquellos tiempos, que cobraba 15.000 al mes.
Cuando prosperaron, se pasaron al ciclomotor y ahí si que
volaban haciendo lana con los “Turcos” (Coruñeses).
Pero lo gordo del pastel se lo llevaban los vistas de
aduana, unos “Comedores” de aúpa, que dirían los portugueses. Ellos pasaban el
contrabando: café, bacalao, carne, enseres, trapos, drogas, joyas, armas,
“bolachas” (galletas) y “rebozados” (caramelos), dos de los productos estrella
entre los “necas” en aquella época.
Luego cobraban la “mordida” a los “pasadores” profesionales
y para rematar buscaban propinas y favores de todo tipo incluidos –por
supuesto- los sexuales.
Tanto los guardias españoles como los “guardinhas”
portugueses, comían de ese plato y surgía la competencia, envidias, delaciones
y pocos, pero algún que otro ahogado en el río.
La
Reina
de las “Pasadoras” era María de Merufe. Una bigotuda gorda de la Freguesia (Ayuntamiento)
de Monçao. Bebedora, jugadora y “fodedora”. Bueno eso para el que tuviera los
huevos de “cepillárse” aquella porca, sucia como la madre que la parió, pedorra
y trapalleira. El que normalmente se la “avanzaba” era el “motorista”
(conductor, como dicen en Brasil) que la llevaba siempre. Jodían en pensiones
de cuarta en Orense, Coruña y Lugo, hasta dónde llevaban la merca.
María empezó como todas, pasando la frontera a pie. Llevaba de
todo en aquel mejunje de sayas y mierda que vestía de cintura p´abajo. Pocos
guardiñas o vistas se atrevían a inspeccionar entre aquellos lugares hediondos.
Pero algunos –poco remilgosos- no renunciaban a cobrar en
“Cuerpo-Matic” y eso María lo hacia, sino con gusto, si con garbo y
desfachatez. Lo que tenía de sucia y ludópata, también lo gastaba de viva, y si
los portugueses han sido siempre los mejores comerciantes de occidente, aquella
hembra portuguesa, fue la mejor desde los tiempos de Magallanes y Vasco de Gama
hasta la muerte de Franco y Salazar.
Fregona, entrona y aventada cuando era necesario, se dejaba
joder si el negocio lo merecía. Pero nunca se dejó chingar por los abusadores
de la raya, que eran todos.
Si no, que se lo pregunten a Rubén, un Guardia Civil,
espabilado del puesto fronterizo de Tui.
Lo fuerte de María, eras las armas, lo que más lana dejaba
junto con las drogas.
Y las sabía manejar, esconder y vender con pericia.
Cuando Rubén, sonriente y descarado la mando pasar al
“cuartillo” (una habitación cutre donde hacían los registros), mandándole a
Maruja que saliera (esta era la encargada de registrar a las mujeres), una
contratada sin oficio ni beneficio, que también hacía su agosto al manosear,
delatar y dejarse sobornar en aquel “Trapixo” incesante e indecente.
Esta “Registradora de la Propiedad Ajena”,
gustaba de catar jugos vaginales con la mano, que luego chupaba con deleite. Y
si venía a cuento acordaba también una posterior cita para beber de esos jugos
directamente de la fuente, a cambio de cerrar el pico y morderse la lengua.
Todo cabía en aquel próspero y ruin negocio.
El caso es que a Rubén se le antojo meter –él- la mano
directamente en el asunto, motivo por el cual dijo a Maruja:
-“Yo me encargo”, no le correspondía, pero era frecuente
saltarse esa norma.
Y claro, “Dónde hay patrón………”.
La de Merufe, ni se sorprendió, ni pestañeo, cuando se dio
cuenta de que el que la iba a tocar el coño -vagina adentro- era Rubén.
Y aquel día y en aquel sitio iba bien acurrucado un 38
corto, con su parque (munición) y todo.
-“Bien Mariiña –dijo Rubén en plan chingón- vamos a ver que
traes hoy”.
-“Sácate as sete saias e baixate as cuecas (bragas)”. Añadió
imitando ofensivo el tono y el acento portugués.
-“Primero te voy a meter el dedo en el culo que te gusta más
porca”.
-“Asim, asim, mais, mais, ahhhh, ahhhhh, ahhhhh, fingió la
neca recreándose y urdiendo su plan de poner cachondo a aquel mal nacido.
El tipo, un picoleto casado con un pendón, estaba más salido
que el pico de una plancha y empezó a menársela por fuera del pantalón.
-“Aquí vamos a dar el cante, pero me la mamas en un
segundito, verdad amor”. Seguía alegando empalmado el fulano.
María, decidida y hasta coqueta, se metió aquel pingajo en
la boca y cuando el maricón del guardia empezó a gemir y a cerrar los ojos, en
un acto de prestidigitación, digno del mismísimo Houdini, plantó aquel 38 corto
y cargado en la oreja izquierda del güey.
Al tarugo se le bajo de inmediato, a la vez que le subían los cojones hasta el cuello, al ver,
de reojo, asomar el plomo a través de las recámaras del revolver.
-“Y ahora filho da grande puta, me vas a dar todo o que
fodistes hoxe as minhas compañeiras, tudo o que teñas”. Hablaba claro y con
calma de dinero aquella tipa: “Si non, che fago merda a cabeza y logo xa
mirarei de salir de aquí”.”Mais primero vas ti para o inferno cabrón”.
Apostillo empujando el cañón del arma de tal forma que Rubén pudo sentir toda
la calidez de aquel arma engrasada con fluidos menstruales.
-“Mais non te chatees conmigo pa, ficamos amigos a mesma”.
Ahora la chingona era la dama.
Aquel mierda se quito el pantalón cagado, de dónde la
pasadora saco el fajo de billetes del día, guardándoselo.
-“Comprimentos, chau”, se despidió María.
De salida saludó a los guardias de afuera con sorna y
chirigota: “O patrón xa ven, bom día”.
Rubén tuvo que hacer encaje de bolillos y del caro –ella
tampoco dejaba pasar oportunidad- con la urraca que registraba a las señoras
ese día: “Porfa Maruja entre tu y yo”.
Esta se callo con 3000 ptas, consiguió un pantalón, hizo
desaparecer el cagado y el menda consiguió salir del “cuartillo” rápido y sin
sospechas por parte de nadie. Pura rutina.
-“¿Y ese pantalón de civil?”. Le dijo el teniente.
-“Se vomito en el mío del uniforme una que se rilo en el
registro”.
-“¿No sería la de Merufe?”. Contestó bromista el superior.
-“No, esa no”. Respondió Rubén.
“María de Merufe”, murió a los 83 años, pobre e indigente -pero borracha y chingona hasta el final también- en su aldea natal. Después de pulirse toda su fortuna en los bingos de Vigo.
José Juan Aparicio.
18- Noviembre-2018.