EL
SUPERVIVIENTE.
Era un improvisador nato. Un mendigo con pinta de
millonario. Un jugador de última baza. De soluciones extremas de última hora.
“No dejes para hoy lo que puedas hacer la próxima semana”. Ya hacía mucho
tiempo que había perdido el miedo a la ruina. Emocionalmente no le afectaban,
ni preocupaban los problemas graves. Esos que atañen más que nada a la economía
y que tanto estresan a los pendejos.
¿Cómo puedes estar tranquilo y sonriente con lo que te viene
encima? Tú riendo y paseándote. Si eso era lo que más jodía. Lo de pasearse, y
bien acompañado, sin un peso. Dónde muchos ni con plata.
Un derroche de talento y seducción. Capaz de vender un
acordeón apolillado a un gitano. Como realmente hizo. Para eso amigos hay que
ser un chingón y además seguro de si mismo. Una puta sorpresa para los que
piensan que sólo se puede hacer con dinero.
El puto amo del milagrito cotidiano. Es cierto que esto
exige sacrificios esporádicos –afortunadamente- como una semana cutre a base de
croquetas de perro y nísperos pasados, eso si, regados con abundante agua
bendita de la llave.
“Hazme el milagrito ya madrecita”, pensaba en alto
dirigiéndose a la
Guadalupana , de encima de su cama. “Que te tardas Lupita”.
En Mex vendió un acordeón, una caminadora y una reja de casa
de cinco metros (allí les llaman protecciones), todo más o menos de volada.
¿Y horita que quedaba por vender? ¿Nada? Un generador de
corriente portátil, que no da chispa, seis piernas de maniquí de niño y un
biombo médico.
“Virgencita que te tardas chula”.
Vuelta a reírse de y con su tía Lola: “Que poca mano ties
ahí arriba Loliña, espabílame chata”.
Y el “Milagrito cotidiano”, “La Cañota ”, la quiniela en
portugués y la RISGA
que no llegan nunca.
Los acreedores echando el aliento en la nuca.
Y la suerte esquiva acariciándole la ilusión.
Esa ilusión, que nunca pierden –junto con la esperanza- los
que mantienen/mantenemos vivos sus/nuestros sueños para no envejecer jamás.
José Juan Aparicio.
15- Octubre-2018.
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