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lunes, 30 de octubre de 2017

LA FLAMENCA.



La Flamenca

Mi compadre “El Tordo” le había puesto ese nombre a mi guitarra de toda la vida. Además era un instrumento de ese estilo.
Me la regalo mi novia, la que luego fue mi mujer y ahora es mi ex.
Una preciosa guitarra flamenca, color naranja de Juan Álvarez, luthier y buen amigo mío y de toda La Tuna de Madrid.
Estaba orgulloso de que paseáramos sus instrumentos por el mundo y de que nos dieran de comer.
“Juanito” para los amigos ya está en el otro barrio y empuja desde allí a todos los músicos que compartimos su taller y su buen humor.
Mi “Flamenca” me sacó de muchos apuros económicos y metió –literalmente- millones de pesetas en un bolsillo algo agujereado, pues tal como entraba la lana, salía volando.
“Volando voy
 Volando vengo”.
Cantaban algunos de mis carnales del flamenco cuando me pedían prestada la “bajañi”, para rumbear y hacer el “ventilador” estilo “Pescadilla”.
“Uvi, uva
Cada día te quiero más”.
Luego llegaron los tiempos del “No volveré” y los corridos chingones. Que esa lira hace a todo y en todos los sitios:
“Y llora por ella
 Y toma licor”.
Acompañada por Honhners o Gabbanellis mi prima lo borda siempre.
Con su clásica combinación de cuerdas estilo gitano, lo mismito que se usa tanto en Triana como en las cuevas granadinas del Sacromonte.
Allí con ella en la mano una noche vi brillar un acero que buscaba –por detrás- el pulmón de un amigo.
Ahí intervino “El Grajo”, con mucho acierto, ojo y conocimiento de artes marciales evitando un moridero.
Primera y segunda: “La Bella” negra.
Tercera: “Gato Negro” entorchada.
Y los bordones (4ª,5ª y 6ª) “Savarez”.
Así calzan a “Las Flamencas” los Reyes de la Rumba. Y suena que te rilas.
“No me vengas a llorar
 Ni a decirme que me quieres
 Ya tuviste mis quereres
 Y les distes para atrás”.
Con ella compuse corridos bien chidos que –para luego es tarde- también van a dar unos pesitos.
Y no ha muerto, prácticamente podemos decir que se iba a inmolar por su dueño.
Se sacrificaba porque tenía que seguir dándole lana a su tocador.
Eso de que los músicos no venden su instrumento favorito es mentita. Millones de músicos se han comido o bebido su guitarra cuando la cosa pintaba mal. Y no la han recuperado nunca, eso es sólo una vana ilusión, una puerta que no quieren cerrar.
Sólo espero que sigas sonando y en buenas manos, gracias “Flamenquita” por haberme dado el último caldo.
Prometo hacerte un corrido y buena suerte.
Las güeritas siempre la tenéis.

José Juan Aparicio.
30-Octubre-2017.



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