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miércoles, 1 de junio de 2016

El Oro Nazi de Mademoiselle María.



El Oro Nazi de Mademoiselle María.

Cuando las verdades te explotan de repente en la cara, no suelen venir relacionadas con ningún asunto grato.
“Y fueron las decepciones
  las que mataron a mi ilusión”
Dice un corrido.
Había pasado medio siglo más o menos, cuando a mí, en la Plaza de San Fernando (la de la catedral) de Tui, pasando por una de las puertas del Convento de La Milagrosa, me sacudió una evidencia bastante molesta. Así de pronto, algo que estaba en tus narices toda la vida se revelaba.
La Segunda Guerra Mundial duró de 1939 hasta 1945 y París fue liberado de los cuatro años de ocupación alemana (nazi) en 1944.
En este punto voy a reproducir un artículo del ABC:

París hizo el amor y no la guerra en los cuatro años de ocupación alemana

POR JUAN PEDRO QUIÑONEROCORRESPONSALPARÍS. París, ocupado por la Wehrmacht entre 1940 y 1944, fue el escenario de una «revolución sexual» desconocida, hasta hoy, donde las mujeres se «emanciparon» a

Actualizado 17/04/2009 - 02:48:01
POR JUAN PEDRO QUIÑONERO
CORRESPONSAL
PARÍS. París, ocupado por la Wehrmacht entre 1940 y 1944, fue el escenario de una «revolución sexual» desconocida, hasta hoy, donde las mujeres se «emanciparon» a una velocidad vertiginosa y los homosexuales gozaron de una «liberalidad» censurada tras la Liberación. Ésa es la tesis central de un estudio sin precedentes, «1940-1945, Années érotiques», del historiador Patrick Buisson, consejero íntimo y muy influyente de Nicolas Sarkozy.
Buisson dirige la cadena «Histoire» y ha trabajado, durante años, compilando material de archivos policiales, correspondencias y diarios íntimos, periódicos, memorias de escritores célebres (Montherlant, Cocteau, Jünger...) intentando responder a una pregunta simple y brutal: ¿cómo se comportaron sexualmente los franceses, de la más distinta sensibilidad erótica, durante la Ocupación nazi...? La Wehrmacht hizo prisioneros a dos millones de franceses, arrastrados hasta los campos de concentración. La Resistencia fue una realidad heroica para miles de personas. Millones de franceses se acomodaron como pudieron a una realidad trágica.
Patrick Buisson ha intentado descubrir y comprender el comportamiento amoroso de millones de francesas, en París y en toda Francia. Su estudio arroja una luz insospechada: «Infinidad de adolescentes y mujeres jóvenes se arrojaron en los brazos de los soldados y oficiales alemanes, tocados por el prestigio del ocupante y su prestancia física».
Los amores de la elite
Entre la elite intelectual fueron legión las mujeres célebres que pronto encontraron amantes entre los oficiales de la Wehrmacht. Marguerite Duras oscilaba entre el recuerdo de su esposo, en Buchenwald, y un novio oficial alemán. Coco Chanel se instaló en el Ritz, acompañada de un oficial del Alto Estado Mayor. Arletti, la célebre cantante, hizo la confesión más célebre: «Mi corazón es francés. Pero mi c... es internacional».
Buisson describe una «revolución sexual» que tiene muchos rostros. Mujeres «emancipadas» y felices con un amante soldado alemán, que, al mismo tiempo, ofrece a su familia apreciable apoyo material. Mujeres cosmopolitas que alternan alegremente, en los cabarets y salones de la alta sociedad. Mujeres modestas (campesinas, trabajadoras) que encuentran amor, compañía y libertad en brazos de un soldado alemán.
La «revolución sexual» descrita por el influyente consejero de Nicolas Sarkozy tiene muchos otros flecos: proliferación de prostíbulos y servicios de higiene, apertura de cabarets, «liberalidad» absoluta hacia los homosexuales, que jugaron un papel político significativo en la periferia del gobierno de Vichy, donde el general Petain encarnaba la Francia entregada a Hitler.
La «alegre» vida nocturna del París ocupado terminó en una pavorosa tragedia. Los diarios de Jünger cuentan en callado escorzo el melancólico fin de algunas historias de amor. Liberada Francia, gaullistas y comunistas impusieron una implacable depuración. Millares de mujeres acusadas de haber tenido relaciones con soldados alemanes fueron rapadas y perseguidas a pedradas, por las calles.

El nuevo «orden moral» iría más lejos. Los cabarets florecientes durante la Ocupación fueron cerrados. La «emancipación» de mujeres y homosexuales sufrió la condena implacable de la «revancha machista», dice el historiador. El regreso al hogar de los soldados y prisioneros franceses precipitó el fin de la «vida disoluta». Con los jeeps, los cigarrillos y las medias de seda de los boys americanos se abría una nueva página de la vida nocturna de París. 
Ya se sabe que las duras adversidades de la guerra suelen sacar a relucir, muy a menudo, lo mejor y lo peor del ser humano.
El caso es que en Francia y en los demás países ocupados y en conflicto hubo –no quedaba más remedio- resistencia incluida, una forzada convivencia con el enemigo, en el caso de París alemán.
En esas circunstancias, espionajes, traiciones, métodos varios de recabar información, daños colaterales etc, la gente de a pie sobrevive o prospera según la suerte, las circunstancias que le toquen, el estomago que tenga o el don de la oportunidad que gaste.
Los soldados nazis follaban y había como en botica de todo heteros, homosexuales y demás. Los franceses también follaban y en esos tiempos era más conveniente hacerlo con el dueño del supermercado. Los maridos miraban para otro lado, los padres y hermanos o hermanas también: “Dame pan y dime tonto”.
Con esa inercia cierto tipo de liberación empezó a ser vista con condescendencia en una Francia hasta la fecha bastante mojigata.
De niño a mí, en la España franquista me mandaron a aprender francés con una profesora nativa que daba clases en la buhardilla –muy bohéme- de encima de mi casa.
Lo aprendí bien y me sirvió en toda la France y para todo durante varios años.
Mi profe era ya entonces una señora tirando a mayor, cosmopolita, simpática, cariñosa y agradable.
Me dio clase muchos años y cuando volvía a Tui de Madrid, dónde estudie, iba a visitarla al convento dónde vivía y siempre me invitaba a una copita de Oporto.
La mujer nunca dijo su nombre y quería que le llamasen “Mademoiselle” (señorita en francés) o María, en plan genérico.
Ahora me regreso a la Catedral dónde de repente PUMMMMMM!!!!! Digo: “Joder con el puzle, si ya me encaja todo”.
“Mademoiselle María” apareció por Tui justito después de que París –ciudad dónde vivía- fuera liberada de la ocupación nazi en 1944.
Venía de institutriz –muy Mary Poppins- para la casa del jefe del contrabando en el bajo Miño, un tipo cordial que mantenía contactos con el “eje del mal”, con el “generalísimo”, con la PIDE (policía política portuguesa) y con quien hiciera falta con tal de ganar un chavo.
“Por ahí salió el peine”, dirían en Mex.
El empleo de institutriz duró hasta que a la mujer de aquel “peixe” se le inflaron los ovarios y botó a la francesa.
Entonces mi profe alquiló una casita cerca de la de mi abuela, en un barrio de Tui. Así se hizo amiga de mi familia.
Luego empezó a dar clases.
En una post guerra de España y mundial lo de institutriz y las clases no daban ni pa pipas.
Aunque lo disimulaba, pues llevaba una vida discreta y austera aquella doña siempre anduvo bien de “cash”. Hasta les regalo a las monjitas –otras que siempre andan al tanto de todo- un carro, un Renault 4L nuevecito del trinque.
El oscurantismo de aquella época ponía un sutil velo a una realidad más que evidente.
Resumiendo en París la maestra –sí o sí- tomó partido por el bando dónde estaba el parné.
Según decía ella –que provenía de una familia bien y adinerada- ya tenía posibles y decidió girársela a favor del enemigo para conservar lo suyo y probablemente aumentar el patrimonio.
Ya se sabe, delaciones, saqueos a familias también ricas que colaboraban con la resistencia, evasión de capitales –aquí entra el contrabandista- algo normal en una época y en un París dónde con plata todo era posible. Convertir joyas de los pillajes en activos o en lingotes pequeños de los de joyería era un juego de niños.
“Blanco y en botella”, mi “Mademoiselle”, mi adorada profe, me dio en la torre cincuenta años después y ya muerta, cuando paseando por la catedral caigo del burro.
Seguro estoy que la mayoría de los de mi pueblo –muy listos no son- siguen en la berza al respecto.
Pues mi francesa se la giró de colaboracionista y cuando –liberado París- empezaba la evidente purga mi María agarró el oro y se fue.
Por lo que contaba no se si su mamá salió tan bien parada.
Con algún contacto alemán aterrizó en mi pueblo, en un país del eje fascista.
Con oro y en casa de un contrabandista es todo más fácil, el tipo encantado de hacer las transas y cobrar en oro o en cuerpo-matic. Por transformar lingotes en billete verde.
“La traición jode mas porque nunca viene de un enemigo”.
Muerta la seño dejó su casita en ruinas del Barrio de Riomuiños a las monjas de La Milagrosa.
Pero no se si nadie pensó –monjas incluidas- y mira que esas piensan mucho en su soledad y recogimiento, que detrás de una piedrita de las paredes maestras puede estar guardado todavía hoy, lo que queda de:
“EL ORO NAZI DE MADEMOISELLE MARÍA”.
Dado que las circunstancias de lo sucedido aconsejaban discreción y ahorro.
Estoy pensando en comprar la casa para desmontarla piedra a piedra, aunque lo del oro manchado de sangre me echa un poco para atrás.
En cualquier caso no estaría mal cenar en La Tour D´argent en París, mirando al Sena a cuenta de “Mademoiselle” escuchando al acordeón ese clásico del Moulín Rouge “Nous sommes arrivés a París”.
Brindando con vino de Oporto:
“Santé ma cherie professeure”.

José Juan Aparicio.
 1-Junio-2016.




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