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jueves, 5 de enero de 2012

UN NUEVO CALENDARIO

UN NUEVO CALENDARIO.

Nunca verán ustedes un calendario colgado de una alcayata en las casas de los ricos, de los pudientes. No queda bien. No cuelgan calendarios de las paredes esos fulanos de vida desahogada. Como mucho un discreto y pequeño calendario de mesa. En la mesa del despacho. Por lo de las reuniones y tal. “Estoy muy liado, no tengo tiempo de nada, lo siento, a ver si mañana”.
Y cual es el secreto, o el truco, si en la mayoría de los domicilios del vulgo suele haberlos a pares. Varios, diseminados por la casa, el piso o el jacal. Yo ya tengo dos, uno en cada habitación y el tercero como los arribistas de la bolsa que dice Arrabal, encima de la mesa de despacho, una ex mesa de un antiguo despacho de correos. En el cual ejercí de chatarrero, llevándome todo el mobiliario. No vayan ustedes a pensar mal, creyéndose que amueblo el chozo con caoba y demás signos de ostentación. Por aquellos andurriales sólo derrochamos talento.
Pero vayamos al estribillo. Los dueños del tiempo, esos que están siempre tan ocupados, los que siempre llegan tarde y cuando te retrasas cinco minutos ya te están achicharrando por el móvil. Esos elementos, a pesar de su ocupación extrema y su sobrecarga de curre no desean contar días, como los incas y toda la demás peña. Sus días son todos igual de confortables, de aburridos ( solo –dicen - porque ni siquiera es verdad, que se lo pasan bien haciendo hoyos, dándose ostias en Vaqueira o rascándose los huevos en un bote estilo Miami en aguas del Mediterráneo). Eso si, se desfasan alguna nochecita, en manada siempre, para cepillarse algún putón de pelo caro en los burdeles bien de la Castellana.
Por tanto, no suele ser de su agrado tener el tiempo presente, escrito en numericos. Van a llegar igual a fin de mes. Con lo que trincan por aquí y las influencias de allí. Resulta molesto, no queda nada fashion y la alcayata no se lleva nada este invierno: “Sabes Mariola”. Sólo interesa saber fechas, para ir a las rebajas de London que deben pillar ahora. Resumiendo, el almanaque es un invento de y para pobres.
Para los que tienen que mirar cuando les toca fichar en el INEM, cuando les paga el puto banco, a los que cobran argo, y cuando van a tener que pasar de comer mierda a almorzar porquería pura y dura a palo seco. Y si no te gusta, ni te lo comes, te lo pongo para la cena. Por eso, sembramos las paredes de calendarios. Para tener muy presente el día de la Lotería, el día de la Quiniela, el día del fin del mundo y el día de nuestro señor.
De aquel que nos quita el pan de la boca y nos dice que ahorremos que la cosa esta mu chunga. Y que viene peor. Que hay que cobrar por caja, por la caja de sus sicarios que – dicen – nos guardan la pasta.
Mejor que los guarden a ellos de una puta vez donde no les va a faltar de nada. Pregúntenle a Roldán, Amedo y cia.
Y nosotros a seguir mirando pal calendario. A ver si algún día nos habla clarito, con letras en vez de números,  o mejor de viva voz:
“Hasta aquí hemos llegado socio, el AK te lo compras tu o se lo recuperas al ejército, la pasma o a quien quieras, el RPG igual, a mi me olvidas y me tiras a la basura, para luego comerme y mandar el confort de clase a tomar por el culo a la antigua. Dejándoos llevar por las recetas de la cocina tradicional:
 Cabeza de puerco salteada con pólvora y aliñada con plomo.
Y las asambleitas, que las sigan haciendo en la Facultad”.

José Juan Aparicio 

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