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viernes, 11 de diciembre de 2020

QUINCEAVO MES DE LA PANDEMIA.




 

QUINCEAVO MES DE LA PANDEMIA.

 

Los preppers seguían resistiendo atrincherados en sus casas.

Los políticos insistían en su discurso largo, vacío y de buenas palabras.

Los hospitales habían reventado literalmente al treceavo mes. Ahora eran morideros, focos de contagio mal atendidos sostenidos por cuatro profesionales vocacionales desbordados. En realidad faltaba poco para que los cerraran y bombardearan.

La gente que escapaba –sin saber bien hacia dónde- moría en las calles y caminos.

Combustible, comida, bienes privados y artículos de necesidad habían sido saqueados por los que tenían las armas o la fuerza del número.

Cuando la población salió en masa de sus domicilios se hizo incontrolable, las fuerzas del orden abandonaron su cometido dedicándose al pillaje como los demás y aprovechando que disponían de armas  se convirtieron en los bandoleros más peligrosos y despiadados, algo que les venía “pre-pandemia” de serie.

La curva de contagio bajó, pero muy tarde y aún había alta posibilidad de enfermarse.

El canibalismo estaba a la puerta, pero se contenía por miedo a la infección, aunque los mejor informados sabían que cociendo o asando mucho la carne………….

Sólo podía haber un escenario peor y tampoco se descartaba: la explosión de las centrales nucleares por desmantelamiento incorrecto o abandono. La combinación perfecta: pandemia vírica y radiación letal.

La especialidad de la especie humana: cagarla por todo lo alto y sembrar la mierda con un ventilador.

El planeta se autorregula, la selección de la especies, dijeron algunos entendidos.

 

No podía soltar el equipaje, una mochila mediana a la espalda y el saco de dormir en bandolera, si lo posaba en el suelo para luchar más cómodo se lo llevarían sin enfrentamiento. Con el factor combate asumido Spy ladeo la bolsa del saco todo lo para atrás que permitió su mochila, de la cual asomaba por arriba y lateralmente el mango de su porra casera. Una dura pata de silla de castaño transformada en arma.

En la mano llevaba el mango de una herramienta de campo, otro sólido y grueso palo de metro y medio de largo.

Eso, la navaja Spyderco y un pincho carcelario de fabricación casera en acero constituían todo su arsenal de batalla, poca cosa con un spray-lanzallamas “made in ambientador”. Lo que tuvo a mano cuando se desató el caos, el virus se puso más cabrón y hubo que largarse rápido: “muévete o te joden”.

Problemas va a haber pensó al ver salir a dos tipos de un camino oculto tras la curva. Eran de unos 35 a 40 años jóvenes y más rápidos. La huida no se contemplaba pues viajaban ligeros y escasos de todo.

Apenas una bolsa plástica, dos palos de pino y claro los dos cuchillos –grandotes- de cocina.

En la lucha a cuchillo te acaban cortando siempre, aunque venzas.

“Me la rifaré con el palo, si acaso la porra, .el cuchillo al final, si se necesita. Que corra el albur”. Pensó Spy.

-“Buenas”, dijeron llegando e intentando reducir la distancia a un cuerpo a cuerpo. Pero Spy, avisado marco su terreno moviendo el palo en un semicírculo que mostraba su intención de que no se acercaran demasiado.

-“Buenas, contesto, pero mantengamos las distancias por lo del virus”.

Los dos elementos se enfurruñaron notablemente pues daban la cosa por echa debido a la superioridad numérica y a la juventud.

Contesto el de las gafas de sol guasón y directo:

-“Sin malos rollos tío, sólo necesitamos tu mochila y el saco, bueno la chupa también, el palito puedes quedártelo”.

Como su actuación defensiva anterior no daba mucha cancha para el engaño intentó una distracción en base a la “mentira más creíble”. Todo esto improvisando rápidamente y controlando los ojos de aquel par.

-”Bueno chicos, porqué no negociamos un poco mejor, con calma”.

A la vez que soltaba esa trola hizo ademán de sacarse la cuerda en bandolera del saco de dormir por encima de la cabeza en plan gesto de rendición-concesión.

El líder de las gafas creyó ver su oportunidad dando un paso adelante, Spy convirtió el amago de la izquierda en un giro para agarrar el palo con las dos mano, dio otro paso hacia el fulano del cuchillo evitando a la vez encararlo de frente y en medio del giro estampo la parte gorda de su palo entre la oreja y la sien derecha de aquel tarugo que se desplomó sin emitir un puto sonido.

El otro detuvo su avance al ver sangrar a su compañero -tarde campeón- pero ya estando a tiro se llevó un cañonazo, con la gorda punta del mango de una azada, en el plexo solar que lo despachó al más allá con un resoplido.

-“Solo voy a necesitar vuestras botas, Spy calzaba unos viejos zapatos de cuero remendados con silicona caliente, pero muy cómodos, a ver si hay suerte con el número y la bolsita de plástico por si hay algo que me caiga. Los palitos, los cuchillos de cocina y la ropa de mierda que lleváis podéis guardarla para el funeral”. Comento en alto relajando la tensión y soltando adrenalina.

Suerte con unas botas 43 de montaña, la bolsita na.

-“Vámonos guey dijo a su perro que debido a la rapidez del conflicto sólo tuvo tiempo de gruñir ligeramente a los adversarios”.

Así era el día a día en un mundo infectado de virus chungos, con absoluto desgobierno y abusos totales por parte de los que se creían superiores.

Aún así mucha buena “chance” había tenido aquel caminante al haber pasado la enfermedad y el contagio sin gravedad. Las recaídas, si vienen ni modo.

Ahora lo que más urgía –para ayer- era conseguir un arma de fuego con su munición por supuesto –mejor larga- pero la única posibilidad y remota de obtenerla era, como se decía en la guerrilla colombiana: “Recuperándola del enemigo”.

 

José Juan Aparizio.

11-Diciembre-2020.

 

 

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