Malditos roedores.
Un ratón está bebiendo en el
cacharro de agua del perro. Al rato vendrá a comer croquetas del plato de la
comida de Rubio.
Mientras esto sucede -11.30
noche del toque de queda- estoy leyendo “EPIDEMIA”; de Frank G. Slaughter, un
tipo que no me suena de nada, pero a 1€ y con ese título pues me vale.
Trata de una epidemia de
peste en Nueva York durante 1965. Habla de ratas y de pulguitas. Todo muy en la
onda de la puta situación actual.
Cuando el roedor subiendo
por el cable se regresó al confortable interior del bafle de mi equipo musical
dónde vive –le gusta el Regional Mexicano que baila al brinquito- me puse con
estos párrafos.
Una rata, una pulga,
pangolines, murciélagos o su chingada madre.
Ya que más me da que sean los
chinos o los urogallos. Los primos de los argentinos no, los otros urogallos,
primos de los pavos, que también tienen pulgas.
Me comieron vivo y a gusto
varias veces pulgas y chinches en las urbes y en la selva. Algunas de esas
“compañías” me hicieron botar en la hamaca, acribillándome literalmente. Una
vez superado el asco inicial, que no es tanto, se trata de rascar lo menos
posible.
El paludismo sólo me rozó
con una super-disentería colateral. Creí que me salía el cerebro por el culo,
pero a indicación de los hechiceros locales me curé bebiendo –de seguido- como
unas 70 tónicas (quinina expres). De la mesa de los bares al retrete y a veces no llegaba. A las 6 horas estaba nuevo con hambre y ganas
de beber cerveza.
Las Navidades nunca me
preocuparon mucho. Sin embargo se avecina un invierno cabrón, me dice mi
instinto. Algo huele a cambio. A movimiento, que ya conviene. Sobre todo a los
que nos tienen quieticos jurando y mentando madres.
Hoy más que nunca creo que
los que lleguen a la primavera -19 de Marzo, mi santo en mi caso- la habrán
hecho.
Adelante y suerte. Pero -ojo-
no va a ser un camino fácil.
José Juan Aparizio.
23-Diciembre-2020.
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