QUINCEAVO MES DE LA
PANDEMIA.
Los preppers seguían resistiendo
atrincherados en sus casas.
Los políticos insistían en su discurso largo,
vacío y de buenas palabras.
Los hospitales habían reventado literalmente
al treceavo mes. Ahora eran morideros, focos de contagio mal atendidos
sostenidos por cuatro profesionales vocacionales desbordados. En realidad
faltaba poco para que los cerraran y bombardearan.
La gente que escapaba –sin saber bien hacia
dónde- moría en las calles y caminos.
Combustible, comida, bienes privados y artículos
de necesidad habían sido saqueados por los que tenían las armas o la fuerza del
número.
Cuando la población salió en masa de sus
domicilios se hizo incontrolable, las fuerzas del orden abandonaron su cometido
dedicándose al pillaje como los demás y aprovechando que disponían de
armas se convirtieron en los bandoleros
más peligrosos y despiadados, algo que les venía “pre-pandemia” de serie.
La curva de contagio bajó, pero muy tarde y
aún había alta posibilidad de enfermarse.
El canibalismo estaba a la puerta, pero se
contenía por miedo a la infección, aunque los mejor informados sabían que
cociendo o asando mucho la carne………….
Sólo podía haber un escenario peor y tampoco
se descartaba: la explosión de las centrales nucleares por desmantelamiento
incorrecto o abandono. La combinación perfecta: pandemia vírica y radiación
letal.
La especialidad de la especie humana: cagarla
por todo lo alto y sembrar la mierda con un ventilador.
El planeta se autorregula, la selección de la
especies, dijeron algunos entendidos.
No podía soltar el equipaje, una mochila
mediana a la espalda y el saco de dormir en bandolera, si lo posaba en el suelo
para luchar más cómodo se lo llevarían sin enfrentamiento. Con el factor
combate asumido Spy ladeo la bolsa del saco todo lo para atrás que permitió su
mochila, de la cual asomaba por arriba y lateralmente el mango de su porra
casera. Una dura pata de silla de castaño transformada en arma.
En la mano llevaba el mango de una
herramienta de campo, otro sólido y grueso palo de metro y medio de largo.
Eso, la navaja Spyderco y un pincho
carcelario de fabricación casera en acero constituían todo su arsenal de
batalla, poca cosa con un spray-lanzallamas “made in ambientador”. Lo que tuvo
a mano cuando se desató el caos, el virus se puso más cabrón y hubo que
largarse rápido: “muévete o te joden”.
Problemas va a haber pensó al ver salir a dos
tipos de un camino oculto tras la curva. Eran de unos 35 a 40 años jóvenes y más
rápidos. La huida no se contemplaba pues viajaban ligeros y escasos de todo.
Apenas una bolsa plástica, dos palos de pino
y claro los dos cuchillos –grandotes- de cocina.
En la lucha a cuchillo te acaban cortando
siempre, aunque venzas.
“Me la rifaré con el palo, si acaso la porra,
.el cuchillo al final, si se necesita. Que corra el albur”. Pensó Spy.
-“Buenas”, dijeron llegando e intentando
reducir la distancia a un cuerpo a cuerpo. Pero Spy, avisado marco su terreno
moviendo el palo en un semicírculo que mostraba su intención de que no se
acercaran demasiado.
-“Buenas, contesto, pero mantengamos las
distancias por lo del virus”.
Los dos elementos se enfurruñaron
notablemente pues daban la cosa por echa debido a la superioridad numérica y a
la juventud.
Contesto el de las gafas de sol guasón y
directo:
-“Sin malos rollos tío, sólo necesitamos tu
mochila y el saco, bueno la chupa también, el palito puedes quedártelo”.
Como su actuación defensiva anterior no daba
mucha cancha para el engaño intentó una distracción en base a la “mentira más
creíble”. Todo esto improvisando rápidamente y controlando los ojos de aquel
par.
-”Bueno chicos, porqué no negociamos un poco
mejor, con calma”.
A la vez que soltaba esa trola hizo ademán de
sacarse la cuerda en bandolera del saco de dormir por encima de la cabeza en
plan gesto de rendición-concesión.
El líder de las gafas creyó ver su
oportunidad dando un paso adelante, Spy convirtió el amago de la izquierda en
un giro para agarrar el palo con las dos mano, dio otro paso hacia el fulano
del cuchillo evitando a la vez encararlo de frente y en medio del giro estampo
la parte gorda de su palo entre la oreja y la sien derecha de aquel tarugo que
se desplomó sin emitir un puto sonido.
El otro detuvo su avance al ver sangrar a su
compañero -tarde campeón- pero ya estando a tiro se llevó un cañonazo, con la
gorda punta del mango de una azada, en el plexo solar que lo despachó al más
allá con un resoplido.
-“Solo voy a necesitar vuestras botas, Spy
calzaba unos viejos zapatos de cuero remendados con silicona caliente, pero muy
cómodos, a ver si hay suerte con el número y la bolsita de plástico por si hay
algo que me caiga. Los palitos, los cuchillos de cocina y la ropa de mierda que
lleváis podéis guardarla para el funeral”. Comento en alto relajando la tensión
y soltando adrenalina.
Suerte con unas botas 43 de montaña, la
bolsita na.
-“Vámonos guey dijo a su perro que debido a
la rapidez del conflicto sólo tuvo tiempo de gruñir ligeramente a los
adversarios”.
Así era el día a día en un mundo infectado de
virus chungos, con absoluto desgobierno y abusos totales por parte de los que
se creían superiores.
Aún así mucha buena “chance” había tenido
aquel caminante al haber pasado la enfermedad y el contagio sin gravedad. Las
recaídas, si vienen ni modo.
Ahora lo que más urgía –para ayer- era
conseguir un arma de fuego con su munición por supuesto –mejor larga- pero la
única posibilidad y remota de obtenerla era, como se decía en la guerrilla
colombiana: “Recuperándola del enemigo”.
José Juan Aparizio.
11-Diciembre-2020.