Instinto
marinero.
Aún conservo mi cartilla naval. De cuando me inscribí para
hacer la mili por marina. Luego, después de agotar todas las prórrogas de
estudios, hice una semana de Servicio Militar en un Ferrol que todavía era del
Caudillo, aunque este ya estaba en el más allá.
Solo llegué a vestir el uniforme de faena.
Me libre por la vista: miopía.
Soy kayakista de hace mucho, trabaje de músico en un crucero
por el Mediterráneo y no me mareo en barcos, o eso creo.
Mi experiencia –poca- en navegación marina se limita al
kayak y a un par de excursiones, de grumete digamos en barquitas de paseo de
remo y pequeñas lachas fueraborda.
También hice esquí acuático en un pantano y se me dio bien, incluso
a remolque con el kayak.
El otro día maneje un barco de motor –dos diesel- en una
pequeña excursión de tarde junto a Las Islas Estelas (Bayona).
No había mucho mar, pero si el suficiente oleaje y marejada,
como para echar mano de mis lecturas marinas Paternain, Pope y compañía.
La experiencia en piragua en corrientes de río y olas de mar
ayuda mucho, pero creo –modestia aparte- que me hice muy pronto con la
situación, sorprendiendo a mi amigo, el dueño del bote, que cuando lo lleve a
manejar un kayak tuvo más dificultades.
Al final, delante de las cervezas en la “costera” de Bayona,
pensé como a menudo hago, que siempre llego tarde a todo.
Hay que estudiar y practicar mucho y muchas materias para
llevar con seguridad y dominio un barco al otro lado del charquito, a parte de
contar con la suerte y el permiso del mar.
Eso lleva varios años de los cuales ya no dispongo.
Pero no estaría nada mal atracar en Mazatlán (Pacifico
Méxicano), pisar tierra con mi tejana en la cabeza, mi acordeón Hohner Compadre
en el hombro y preguntarle al primer güey que encuentre:
“Porfa Carnalito ¿Aquí dónde queda la Estación de Mariachis?”.
José Juan Aparicio.
13-Noviembre-2019.
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