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miércoles, 23 de mayo de 2018

JACAL, CUBIL O GUARIDA



Jugar a la contra siempre se le dio bien al güerito.
Su padre torció el gesto la única vez que entró en esa vivienda. Su Ma, más conocedora del percal, se rió y lo tomo como tomaba muchas cosas en la vida, con guasa. Ella ya sabía que su “nene” estaba acostumbrado –le venía de familia- a jugar siempre con un pronóstico desfavorable.
Lo más jodido, la apuesta que se paga cara. La cara B. Darle la vuelta a la puta tortilla. Remontar el partido.
Las soluciones desesperadas nunca son buenas, lo había comprobado en carne propia. Dónde chinga.
Lo más jodido siempre es la espera. Del momento adecuado. Fundamental la paciencia. No precipitarse. Claro, se espera mejor entretenido,bebiendo,disfrutando, asoleándose, bailando, con lana. Sin un peso, toda espera es jodidamente lenta.
Los imbéciles de tu alrededor, se crecen cuando te ven abajo y pretender brincarte o subírsete. Trankis hijueputas, va a haber pa todos y de todo enseguidita.
El confort, el calor del nido, la seguridad del refugio ante los elementos. Hasta cierto punto, la guarida, también debe transmitir un mensaje de amenaza, de inviolabilidad. Un primate mora allí, un depredador que matará por su cubil.
Dos cabrones, peleados luego entre ellos, habían opinado lo mismo, por separado, refiriéndose a ese domicilio: “Sólo tu vives aquí”. O “¿Quién va a venir aquí?”.
Dos mierdas de éxito escaso.
El Clan es el refugio y la fuerza de los débiles y los mediocres y la mezquindad, la manipulación y el rumor sus armas.

Y si, vivo en un jacal, una guarida o un cubil. No lo he ocultado nunca y al que, o a la que no le cuadre, ya sabe: “A ir chingando a su madre”.
Volvió a diluviar con granizo incluido a las puertas de Mayo en el jacal y la bajante de las aguas del tejado que –yo no lo sabía- desemboca en mitad del jardín  tronó, para desatascarse automáticamente. Salí a ver, por el ruido y veo uno de esos lagartos medio grandes, no se si es un sardón como le dicen aquí, de esos que no se arrastran si no que van un poquito levantados, con patitas algo más altas, que salía del desagüe medio ahogado y con prisas. Se paró a mirarme y enseguida buscó refugio en unas tuberías abandonadas. Algo provisional claro, pues a estas les da duro el sol y la suya – su cueva- enterrada, como que gozaba de mejor clima. Hasta lo del diluvio.
Cuando se paró, en medio del chaparrón, y se volteo a mirarme, le dije:
“Tu a lo tuyo compa, yo llevo desde el 15 de Diciembre puteado con el clima, así que a chingarle”.
“Pero ya sabe, aquí en el jacalito tie usted su casa”.

José Juan Aparicio.
24-Mayo-2018.




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