Lo de irte al
bote queda descartado, le dijo Doña Tere a Uriel, a ese cabrón nos lo vamos a
chingar con cremita, no nos queda de otra.
El “mierda” vende
carros en el tianguis, me voy a hacer pendeja, a hablarle y lueguito te cuento,
tu sólo confía en tu suegra y de momento relájate. “Bendición m´hijito”.
Y así se despidió
la vieja de su yerno.
El tipo aparcó el
pleito y se fue a chambear como hacía a diario, estilo mex, sin domingos ni
vainas.
-“Nos días tengas
Flores”.
Le entro la vieja al güey, humilde, divertida
y jodelona a la vez. Aquella rata desconfiada dudó al instante, pero la doña,
conocedora ancestral de la vanidad varonil, toco el puto punto débil de aquel
aprendiz de negociante.
-“Me dicen que ya
estás siendo “pesado” (importante) en el tianguis (mercadillo callejero de
autos) y que te avientas unos carritos y camionetas a toda madre”.
La seño engordaba el ternerito con falsa
cortesía para confiar a aquella víbora, que para no variar calzaba botas
vaqueras también de víbora, pantalón de mezclilla con cinturón piteado, camisa
tejana y chamarra michoacana de venado con flecos. Lo que se dice un cow-boy de
mediodía, coronado –como no- por una tejana blanca, de alas muy dobladas al más
puro estilo de Durango.
-“Ni tanto seño –añadió
Flores con una fingida modestia que nunca usó- ya sabe todo el día en la chamba
como mi apá para sacar no más unos pesitos”.
Ya tuvo que sacar
lo de su padre este hijoputa, pensó la vieja.
-“Bueno hijito,
el caso es que la troquita de Uriel se descompone a cada momento y como yo
tengo una lanita ahorrada……..”
Dejo caer aquella hembra con mañas de india
zapoteca.
Ahí es donde
Flores empezó a relamerse, antes de dar siquiera la primera mordidita:
-
“Ya sabe seño que los carros
chingones aquí los vendo yo y tratándose de una vecina de toda la vida”.
“Precisamente mire pa la chamba de su pariente traigo orita esta Ford que ta
rechula. No le duele nada”.
Dijo empleando la frase favorita de los
coyotes que venden autos.
A la troca Ford
le quedaban dos rancheras y una cumbia de vida, pero el negocio de los carros
es así.
-“Con veinte mil
es suya”, si me da la “Estaquita” en el cambio quince”.
-“Deja y consulto
a mi yerno, pero no veo mal la cosa”. Se despidió la señora: “Con Dios” y dejo
al Campesino-Coyote frotándose la manos con avaricia. El complemento ideal para
chingarse a un vanidoso.
Mal sabía aquel
ranchero las dos cartas que escondía en la manga aquella india rejega.
Lo de los
ahorritos –aunque no lo sabía ni Dios, pues los secretos son de uno solo- era
cierto.
En el comal de
Doña Tere comían a menudos –sus exquisitos
tacos- dos primos de San Miguel Amatlán en la Sierra Norte de Oaxaca. Y aquel
par de sierreños si que no se andaban con pendejadas a la mera hora de
chambear. Julio vendía la merca y Pancho se encargaba de que todo estuviera en
su sitio. Si había que torcer a un fulano para que la raza supiera de que iba
la rola y en que tonada cantaban los primos, no había fallo, lo que había era
velorio.
Y aquí entra
nuestra taquera que, favor por favor, no era la primera vez, ni sería la última
que entre los tiliches y cacerolas del negocio escondía algún kilito de algo,
algún fierro o incluso “piñas” (granadas de mano) si había que ayudar a los
primos. Estos correspondían llevándole a tomar tacos a la raza y aventándose
unas propinas regordas.
Había llegado la
hora de pedir un favor de los que Pancho hacía con gusto, más si su Ford Lobo
comprada a Flores le traía en chinga. Ya hubo roces por eso y como dicen Arriba
en la Sierra :
“A la vuelta, el mezcal se vende más tinto”.
-“Tu ni te metes
chavito” dijo Doña Tere a Uriel.
-“El Domingo, día
de tianguis no vas a trabajar y me dejas las llaves de la “Estaquita”
–tranquilo ya tengo quien la maneje- eso si le sacas toda la mierda y los
juguitos, la quiero reluciente”.
-“Pero suegra”.
- “Ni pero ni
verga. Deja a esta vieja ese negocio”.
- “Y no te
olvides de una cosa: Al Flores el Domingo lo invito a comer, y ya sabes: Indio
comido indio marica”.
(Continuará).
José Juan
Aparicio.
15-Octubre-2016.
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