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jueves, 29 de septiembre de 2016

CANILLEJAS CLAN DE BARRIO



CANILLEJAS CLAN DE BARRIO

La verdad es que tenía que haber puesto el intermitente de la derecha, pero no sabía usar esos manditos del carro. “El Pufos” ahorraba toda la energía que podía y el indicador de dirección, la mayoría de las veces, era prescindible. Se limitó a pararse en doble fila, esperar a que saliera de su aparcamiento el coche estacionado a la derecha aguardando para ocupar ese sitio. Hasta ahí todo ok, pero en esa espera paciente – manejaba el otro carro un jubilata lentorro – apareció un AX a toda madre y como una ladilla ocupó el puesto recién vaciado. Se bajó otra ladilla, un tirillas macarra de barrio, hijueputa como el sólo, cabreado con el mundo y con mala baba decía su jeta. Sonrió chulillo y se metió en el bar de enfrente. “El Pufos” se limitó a sonreír también, comprobó que había sitio para su coche detrás del recién llegado y con sorna gallega y sin problemas aparcó detrás del AX. Pero se cuidó muy mucho, de finalizar el aparcamiento tocando sonoramente el parachoques del coche de delante, el del capullo.   Al hacer esta maniobra, cargo la mano, mejor dicho el pie del acelerador y el resultado fue un toque inofensivo pero sonoro.
Aquel soplapollas con buen oído para las rancheras salió del bar hecho un energúmeno, haciendo molinillos con los brazos, echando espuma por la boca y vociferando en dirección al Renault 11 del otro.
Este volvió a sonreír y puso el seguro a la puerta del conductor bajando un dedo la ventanilla. Le dijo al idiota que tranquilo. En esto ya habían llegado a la escena dos parroquianos más del bar del nota que gesticulaban y largaban amenazas de barrio y de clan de pedorros. Agarraban al “anguililla” como si fuera peligroso diciendo al “Pufos” algo así como: “No vuelvas por el barrio hijoputa”.
Conciencia de clan, fervor de memos de club de primera división – Jugaba el Real Madrid la Champions – y facha de psiquiátrico. Un calvo, el chupao y otro bobo más bloqueando la calle.
“Metas razonables, paraísos cercanos, fiesta barata”, pensó mientras sacaba – de una maniobra pues había espacio- el coche al centro de la calle Juan.
Tres idiotas juntos haciendo fuerza para comerse el mundo.
“Pufos” vuelve a decir traqui cuando el “tirilla” patea la puerta de su carro y valoro la situación en 3 segundos.
Cerrado en el carro tenía –de momento- ventaja, era cuestión de abrir un poquito más la ventanilla –sólo lo justo – aparentando diálogo y cuando aquel retrasado metiese su manija cerrar, arrancar, pasarle por encima al otro par de imbéciles y pasear a aquel memo colgando por Canillejas, Barajas, el Club Social de las putas y la carretera de Barcelona hasta diseminar su pulpa por todo el trayecto dejando sólo la mano del carro dentro. Luego se la chocaría y pa fuera también. Eso hubiera sido padrísimo, pero de día y con testigos pos no.
Se limito pues a meter primera acelerar a tope y mirar al calvo, el único que quedaba a esas alturas delante del coche como para decirle clarito y sin palabras: “Te apartas o te chingas”. Aquel retrasado necio y gordo se libró de milagro y por los pelos.
No contaban con aquello. Se fue cagando melodías el Renault y su pasajero.
El cabreo le duró cinco minutos al “Pufos” y pronto llegó a la conclusión de que había obrado de la mejor forma posible y sin humillarse demasiado, dadas las circunstancias. Los pleitos con subnormales nunca fueron su fuerte. Las visitas a Comisaría gratuitas tampoco. En La Moraleja no habría pasado. Le habrían cedido el sitio con cortesía, sonrisa y corbata de Armani. Eran los inconvenientes de vivir en un barrio obrero, zona depauperada y deprimida con bares de parroquianos crispados.

José Juan Aparicio.
30- Septiembre-2016.

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