CANILLEJAS CLAN DE BARRIO
La verdad es que tenía que haber puesto el intermitente de
la derecha, pero no sabía usar esos manditos del carro. “El Pufos” ahorraba
toda la energía que podía y el indicador de dirección, la mayoría de las veces,
era prescindible. Se limitó a pararse en doble fila, esperar a que saliera de
su aparcamiento el coche estacionado a la derecha aguardando para ocupar ese
sitio. Hasta ahí todo ok, pero en esa espera paciente – manejaba el otro carro
un jubilata lentorro – apareció un AX a toda madre y como una ladilla ocupó el
puesto recién vaciado. Se bajó otra ladilla, un tirillas macarra de barrio,
hijueputa como el sólo, cabreado con el mundo y con mala baba decía su jeta. Sonrió
chulillo y se metió en el bar de enfrente. “El Pufos” se limitó a sonreír
también, comprobó que había sitio para su coche detrás del recién llegado y con
sorna gallega y sin problemas aparcó detrás del AX. Pero se cuidó muy mucho, de
finalizar el aparcamiento tocando sonoramente el parachoques del coche de delante,
el del capullo. Al hacer esta maniobra,
cargo la mano, mejor dicho el pie del acelerador y el resultado fue un toque
inofensivo pero sonoro.
Aquel soplapollas con buen oído para las rancheras salió del
bar hecho un energúmeno, haciendo molinillos con los brazos, echando espuma por
la boca y vociferando en dirección al Renault 11 del otro.
Este volvió a sonreír y puso el seguro a la puerta del
conductor bajando un dedo la ventanilla. Le dijo al idiota que tranquilo. En
esto ya habían llegado a la escena dos parroquianos más del bar del nota que
gesticulaban y largaban amenazas de barrio y de clan de pedorros. Agarraban al
“anguililla” como si fuera peligroso diciendo al “Pufos” algo así como: “No
vuelvas por el barrio hijoputa”.
Conciencia de clan, fervor de memos de club de primera
división – Jugaba el Real Madrid la Champions – y facha de psiquiátrico. Un calvo, el
chupao y otro bobo más bloqueando la calle.
“Metas razonables, paraísos cercanos, fiesta barata”, pensó
mientras sacaba – de una maniobra pues había espacio- el coche al centro de la
calle Juan.
Tres idiotas juntos haciendo fuerza para comerse el mundo.
“Pufos” vuelve a decir traqui cuando el “tirilla” patea la
puerta de su carro y valoro la situación en 3 segundos.
Cerrado en el carro tenía –de momento- ventaja, era cuestión
de abrir un poquito más la ventanilla –sólo lo justo – aparentando diálogo y
cuando aquel retrasado metiese su manija cerrar, arrancar, pasarle por encima
al otro par de imbéciles y pasear a aquel memo colgando por Canillejas,
Barajas, el Club Social de las putas y la carretera de Barcelona hasta
diseminar su pulpa por todo el trayecto dejando sólo la mano del carro dentro.
Luego se la chocaría y pa fuera también. Eso hubiera sido padrísimo, pero de
día y con testigos pos no.
Se limito pues a meter primera acelerar a tope y mirar al
calvo, el único que quedaba a esas alturas delante del coche como para decirle
clarito y sin palabras: “Te apartas o te chingas”. Aquel retrasado necio y
gordo se libró de milagro y por los pelos.
No contaban con aquello. Se fue cagando melodías el Renault
y su pasajero.
El cabreo le duró cinco minutos al “Pufos” y pronto llegó a
la conclusión de que había obrado de la mejor forma posible y sin humillarse
demasiado, dadas las circunstancias. Los pleitos con subnormales nunca fueron
su fuerte. Las visitas a Comisaría gratuitas tampoco. En La Moraleja no habría
pasado. Le habrían cedido el sitio con cortesía, sonrisa y corbata de Armani. Eran
los inconvenientes de vivir en un barrio obrero, zona depauperada y deprimida
con bares de parroquianos crispados.
José Juan Aparicio.
30- Septiembre-2016.