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jueves, 28 de julio de 2016

Panderetas y burdeles.

Panderetas y burdeles.

Fue un invierno frío y con nieve en un Berlín con muro todavía y lleno de espías, en plena guerra fría (nunca mejor dicho) cuando “El Tordo” y “Demóstenes” (yo) ganamos medio millón de pesetas cada uno en unas veinticuatro horas locas de parche.
“Parche”: Pellejo de la pandereta, parte por dónde se toca el instrumento, en el lenguaje de la tuna se le llama parche al hecho de ganar dinero tocando. Después de tocar, se pasa la pandereta, de ahí el nombre.
Todo empezó en un burdel en el que tocábamos habitualmente, por cierto, yo no pasaba la pandereta, lo hacía una tal Lety, colombiana, que con mucha jarana se atribuyo ese papel. Yo sacaría más pasta, pero ni modo, las viejas son así y ella tampoco lo hacía mal, a decir verdad, por otro lado tenía más atributos y más importantes que yo.
Nos dice la encargada al llegar que subamos a cantar a una suite, allí estaba encamado con una un ruso de 2x2, estilo Rasputín.
Una canción y p´abajo, discreción ante todo.
Cuando acodados en la barra, tomando chelas, después de la recaudación nos disponemos a largarnos, nos comunica Erika que ha dicho el sovietico que esos músicos no se muevan de ahí y que tomen lo que quieran que baja de seguido.
Bajó, nos recorrimos medio Berlín, cantamos con y sin balalaikas a su madre, su mujer, 20 novias a sus oficinistas y a todas las teiboleras de esa cuidad. 24 horas después, muy mamados y cansados el recuento (a dividir entre 2) superaba el millón de pesetas de aquella época. Un record de parche difícil de superar. En esa tranquila noche vimos cambiar de mano maletines  de coca y de lana. Anduvimos con abogados y guardaespaldas de nuestro anfitrión y fundamentalmente y sin espectáculos añadidos, se podría decir que fue una noche de amistad y serenatas.
Dejo fotos de mis herramientas de trabajo –que conservo- o sea, mis panderetas por las cuales pasaron fortunas que no se dónde están –lo que se gana con alegría ha de gastarse igual- está la de tocar, la pequeña, una santiaguesa de anillas rizadas, la grande de pasar el parche y la pequeñísima de tapar cuando hay lana en el interior, nunca perdí ninguna, a pesar de que se las presté en varias ocasiones a verdaderos energúmenos –verdad “Marqués”- y aún están operativas y a pleno rendimiento.
El otro día, en la playa una taruga del quince, pretendiéndome pendejo y bromeando se pone un pareo encima del bikini, se acerca contoneándose y me dice –simulando una chica de un puti club- a ver como harías Jose si te viene una “Papitis” así. Me agarra de la cintura me refriega las tetas y me dice, muy original: “Hola amor, me invitas a una copa”. Ante lo cual palpo amablemente y con ruido su trasero y contesto:”Claro cielo a las que haga falta”. La concurrencia se partió de risa y la taruga cogió un emputado marca perro.
Nunca he sido putero, pero alguna vez, como todo quisqui he estado en esos ambientes, más veces sólo que acompañado por borregaje masculino y otra vez, la que conté arriba, gané mucha lana gracias a las profesionales del amor a las cuales respeto y aprecio.
Así que no me vengas con pendejadas “Bonita” que lo que tengo de tonto me cae bien y eso:
Las pros son las pros y punto. Pero hay algunas aficionadas, que esas si son reputas, o más bien lo siguiente.
 “Pescantina a tus sardinas”.

José Juan Aparicio.
28-Julio-2016.





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