Lupito arregló como pudo un viejo y tiñoso colchón de
espuma, que saltaba solito de las chinches que tenía, estiró la cobija que allí
dentro andaba en condiciones similares al colchón y amago una almohada con una
caja de cartón.
No es que fuera a dormir mucho, en el DF ciertas noches
refresca además, pero se consoló al saber que la furgo cerraba por dentro con
un pestillo.
Orozco se lo dijo clarito, no suele pasar nada, pues nos
conocen y saben lo que se juega, pero hay que estar atento.
Además los rateros hasta que no notan los cambios, no vienen
a dar la probadita.
Las tres primeras noches todo ok, paseo la banqueta unas
horas, escucho un radio otras y dormito el resto en la Van.
No hubo lío, en parte porque la zona que el controlaba,
correspondiente a los 30
metros de banqueta que ocupaban seis “talleres” que
compartían dos mínimos cuartitos para guardar la herramienta, no tuvo coches
fuera esos días. Ese es su cometido vigilar los cuartos y los carros que dado
el tamaño de la reparación, pernoctan en la calle. Cosa que no gusta a nadie ni
al propietario del carro, ni al mecánico.
El problema, que rateros de poca monta, drogatas, borrachos y
demás vengan por piezas, de fácil venta: rines con llantas, espejos,
parachoques, alguna puerta etc. Y el peligro real que ladrones de carros de
cuarta, pero más preparados pretendan llevarse el auto a menudo remolcándolo
con una soga.
Lupito cargaba su machete, a la vista, en la cintura, en su
colorida vaina con cinturón de res, adornitos y flecos multicolores, pero
Orozco que de tonto tenía poco y lo poco que tenía le quedaba bien le dijo:
“Tu Pa chingón y pintito si, y lo del machete muy
folklorico, pero te digo lo mesmo que a él. Antes de cerrar el cuartito de las
herramientas, debajo del gato oxidado, ese que nunca usamos, hay una “doble aguila”,
con parque pa echarte una docena en una bolsa de plástico”. “Como los perros de
guarda, por la noche la sueltas y de día la regresas a su sitio”.
“Pero jefe, yo nunca…….”
“Ni modo, apañate, ya iremos un domingo a practicar”.
El revolver pesaba en la cintura, las otras seis balas en el bolsillo, y se sentía
uno como el Steve Mc Queen de las pelis, con su “Bomber” verde desgastada y su
tejana casi blanca.
Pinta de chingón tenía el chamaco –la verdad- y le ayudaba
su altura -1.85- en una tierra de chaparritos.
Al quinto día su instinto le dijo que esa noche iba a haber “serenata”
y decidió “madrugar” al enemigo. En cuanto oscureció, se subió a un tejadillo
saliente que tenia la tienda de repuestos de al lado de su chamba, se acurrucó
con la cobija y a esperar. Los dos carros que vigilaba esa noche estaban a unos
ocho metros calle abajo, delante y debajo de él parqueados uno detrás del otro.
La “Estaquita” Nissan (una troca barata con caja), llego de
volada saliendo de una bocacalle, estaciono en paralelo al Focus y ya con la
cuerda atada a la bola de remolcar, pretendieron enganchar el carro y llevárselo
a la brava. Uno del negocio rompió la ventanilla con una barra de hierro para
entrar a conducir el remolcado. Si, esta bloqueda la dirección, pero se rompe a
lo bruto dando pa los lados, se saca de allí y cuatro cuadras adelante con
calma se organiza –rapidín- mejor la cosa.
Fueron rápidos los cuatro güeyes, pero cuando rompieron el
cristal sonó el primer disparo, claro la puntería de Lupito era buena pero
instintiva na ma. Apunto a la pierna del de la cuerda y le destrozó el hombro
con un plomazo marca cuarenta y cinco:
“Con una chingada……..” balbuceo el conductor mientras el
herido berraba como puerco, “aguas”, “aguas”, se oía cuando el segundo disparo
entro por el cristal trasero de la
Nissan y fue a parar a la estampita de la Santa Muerte que viajaba en el
salpicadero.
Los cuatro elementos salieron de allí quemando llanta y
Lupito comenzó una carrera de gatillero que le llevaría a dirigir una
importante Plaza (Tabasco) nueve años después.
PD: En realidad la calle de los mecánicos callejeros en Itzapalapa es Carmen Serdan -para los que quieran reparar su auto en la calle en DF, yo lo hice- pero puse La Calzada de las Bombas porque me queda más literario.
José Juan Aparicio.
21-Julio-2016.
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