IMPACIENTES
Para los que piensan que el encierro es cabrón, les diré que
sí. Pero a los subnormales que ya están rompiendo las pelotas porque no saben
estarse quietitos, no saben leer y son tontos del culo, antes de que empiecen a
despedazarse unos a otros, también les diré que hay cosas peores.
Parece ser, dicen los expertos, que como con la gripe, este
virus lo vamos a agarrar todos, antes o después y con mayor o menor gravedad.
Lo del encierro, que no nos coman el coco, se debe fundamentalmente a no saturar
nuestro sistema sanitario y como medida para retrasar los contagios. Esta
medida, guste o no, no la discute ninguno de los expertos en el tema, o sea la
dan por muy conveniente. Además de ser casi la única posible a tomar en
referencia a la gravedad de la pandemia.
Hablaba antes de cosas peores: estar tres meses en la cama
de un hospital tumbado boca arriba sin poder cambiar de posición, más otros
tres meses en silla de ruedas apenas sin salir a la calle. Se lo que es pues lo
pase. Y me imagino que la movilidad de cualquier preso –patio incluido- tampoco
tendrá nada de extraordinario. Así que este confinamiento bien mirado, aunque
no es ningún caramelito, tampoco es para desquiciarse.
Claro influyen los vecinos, cuanto más tarados más divertida
la cosa, el balcón, el perro y mil factores más.
Hablando de perro y gatos no se si alguien los habrá visto
horas sin pestañear acechando un pájaro un roedor o cualquier posible presa.
Eso es paciencia.
Pero en líneas generales creo que los que salgan –cuando se
pueda- de su encierro con dirección a la calle podrán considerarse muy
afortunados.
Los que abandonen su domicilio con destino al hospital, van
a tener un poquito más de estrés.
Y no digamos nada de los que van a salir de su casa o del
hospital camino del crematorio.
A esos, tengan por seguro los impacientes, se les habrá
acabado el corrido.
José Juan Aparizio.
2-Abril-2020.
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