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sábado, 1 de febrero de 2020

LOS 5 PUENTES.



LOS 5 PUENTES

En mis años mozos solo había un puente internacional –Portugal-España- sobre el río Miño en su último tramo. Desde la presa de Frieira, la última antes de la desembocadura, hasta La Guardia. Lo que es la “Raya Húmeda” de la frontera galaico-portuguesa. Ese puente está en Tui, mi pueblo de nacimiento.
Un embudo de metal con remaches, construido –dicen- por un discípulo de Eifel, el de la famosa torre parisina.
Había dos formas de pasar a Portugal, por el puente o por el río.
Tanto tu como las “mercancías” o  el “género”.
Y los que estaban controlando ambos lados de la frontera: guardiñas en Portugal y Guardias Civiles, Carabineros y Vistas de Aduanas en España hacían su Agosto todos los meses del año.
Eran los tiempos de la post guerra española y de la miseria dictatorial y fascista en España y Portugal.
Lo de la Revolución de los Claveles y la Democracia aún tardaría en llegar.
Los taxistas pasaban “Conejos” (Paquetes de café de 1 kilo) escondidos por todas partes en su carro y pagaban “mordida” a los dos lados de la frontera. Luego vendían el producto en Vigo, Pontevedra, Orense, cuanto más lejos mejor, más plata.
Pero las reinas del “Trapixo” eran las hembras por una razón simple y evidente: todos los vigilantes de la frontera eran hombres.
Salvo las “Apalpaderas”, las encargadas de cachear a las mujeres, todo el personal era masculino.
Todas las pasadoras eran mujeres, sobre todos la de “a pie” porque les resultaba más fácil sobornar a aquellos siniestros personajes, que se hacían pagar, todos sin excepción con dinero, productos del contrabando y sexo.
Los maridos de las trapicheiras no tenían más remedio que tragar si o si, si querían comer. Aunque luego la única forma de cruzar el puente fuese con la cabeza ladeada para no reventarse los cuernos contra las vigas de metal del puente.
La cosa tenía gracia, hasta hubo unos carnets o autorizaciones para contrabandear.
Lo cual no eximía en absoluto de pagar religiosamente los sobornos.
Los pobres malvivían extorsionados por los menos pobres y por los ricos.
Y todo a través de un único puente, de dónde no se escapaba nadie.
Ahora, hoy, hay 5 puentes en ese último tramo Frieira-La Guardia:
Arbo-Melgaço.
Salvatierra-Monçao.
Tui-Valença. (Antiguo).
Tui-Valença. (Nuevo, autovía).
Goyán-Vila Nova de Cerveira.
Y con la unión europea ya no hay fronteras.
Se acabó el negocio de los artículos de primera necesidad, comestibles y tejidos.
El otro, el de siempre, sigue igual.
El tráfico de personas para esclavitud laboral o sexual (a veces es lo mismo), las drogas y las armas.
Tres grandes clásicos.
Ahora todo pasa en apariencia con una tasa “free”.
Aunque en realidad no, los mismos de siempre siguen cobrando –cada vez más- con el pretexto de no molestar los envíos, de avisar de posibles “incidencias” y de proteger mercancías y mercaderes.
Proteger de quién, otra vieja pregunta. Pues de “nosotros” pendejo, de quien coño va a ser.
Al final lo único que cambio en todo este tiempo fue el número de puentes.
Y el color de los uniformes. Ahora son más bonitos.

José Juan Aparicio.

1-Febrero-2020.

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