LOS 5 PUENTES
En mis años mozos solo había un puente internacional
–Portugal-España- sobre el río Miño en su último tramo. Desde la presa de
Frieira, la última antes de la desembocadura, hasta La Guardia. Lo que es la “Raya
Húmeda” de la frontera galaico-portuguesa. Ese puente está en Tui, mi pueblo de
nacimiento.
Un embudo de metal con remaches, construido –dicen- por un
discípulo de Eifel, el de la famosa torre parisina.
Había dos formas de pasar a Portugal, por el puente o por el
río.
Tanto tu como las “mercancías” o el “género”.
Y los que estaban controlando ambos lados de la frontera:
guardiñas en Portugal y Guardias Civiles, Carabineros y Vistas de Aduanas en
España hacían su Agosto todos los meses del año.
Eran los tiempos de la post guerra española y de la miseria
dictatorial y fascista en España y Portugal.
Lo de la
Revolución de los Claveles y la Democracia aún tardaría
en llegar.
Los taxistas pasaban “Conejos” (Paquetes de café de 1 kilo)
escondidos por todas partes en su carro y pagaban “mordida” a los dos lados de
la frontera. Luego vendían el producto en Vigo, Pontevedra, Orense, cuanto más
lejos mejor, más plata.
Pero las reinas del “Trapixo” eran las hembras por una razón
simple y evidente: todos los vigilantes de la frontera eran hombres.
Salvo las “Apalpaderas”, las encargadas de cachear a las
mujeres, todo el personal era masculino.
Todas las pasadoras eran mujeres, sobre todos la de “a pie”
porque les resultaba más fácil sobornar a aquellos siniestros personajes, que
se hacían pagar, todos sin excepción con dinero, productos del contrabando y
sexo.
Los maridos de las trapicheiras no tenían más remedio que
tragar si o si, si querían comer. Aunque luego la única forma de cruzar el
puente fuese con la cabeza ladeada para no reventarse los cuernos contra las
vigas de metal del puente.
La cosa tenía gracia, hasta hubo unos carnets o
autorizaciones para contrabandear.
Lo cual no eximía en absoluto de pagar religiosamente los
sobornos.
Los pobres malvivían extorsionados por los menos pobres y
por los ricos.
Y todo a través de un único puente, de dónde no se escapaba
nadie.
Ahora, hoy, hay 5 puentes en ese último tramo Frieira-La
Guardia:
Arbo-Melgaço.
Salvatierra-Monçao.
Tui-Valença. (Antiguo).
Tui-Valença. (Nuevo, autovía).
Goyán-Vila Nova de Cerveira.
Y con la unión europea ya no hay fronteras.
Se acabó el negocio de los artículos de primera necesidad,
comestibles y tejidos.
El otro, el de siempre, sigue igual.
El tráfico de personas para esclavitud laboral o sexual (a
veces es lo mismo), las drogas y las armas.
Tres grandes clásicos.
Ahora todo pasa en apariencia con una tasa “free”.
Aunque en realidad no, los mismos de siempre siguen cobrando
–cada vez más- con el pretexto de no molestar los envíos, de avisar de posibles
“incidencias” y de proteger mercancías y mercaderes.
Proteger de quién, otra vieja pregunta. Pues de “nosotros”
pendejo, de quien coño va a ser.
Al final lo único que cambio en todo este tiempo fue el
número de puentes.
Y el color de los uniformes. Ahora son más bonitos.
José Juan Aparicio.
1-Febrero-2020.