ORDENAR LA RUINA.
No planché nada, ni una camisa en mi puta vida. Como mucho,
creo que en alguna ocasión muy especial un cuello y el dobladillo de los
botones.
La limpieza del polvo, el trapeado y el barrido, lo llevo
sin prisas, las arañas no me dan miedo, además quitan muchas moscas.
A veces, escondo tanto las cosas importantes, que llegan a
perderse, de puro no saber dónde están.
El trastorno obsesivo-compulsivo de muchos ociosos, me lleva
a menudo a comprobar varias veces las cosas, especialmente las cerradas: el
gas, puertas, ventanas, apagado de aparatos, compu, electrodomésticos etc.
El otro día me olvidé, y quedó mi puerta abierta de par en
par toda la tarde, además me llevé los perros, casa vacía y sin nadie pues.
No pasó nada, total para lo que hay.
Resumiendo se podría decir que soy puerco, pero ordenado. Se
dónde está la porquería producto de la flojera y sobre todo no cago en el
plato.
Y para nada tengo “Complejo de Diógenes”, no me gusta
almacenar pendejadas, si me aburro me pongo a tirar tiliches a la basura, a
veces cosas que luego necesito.
Pero mi avaricia no es de acumulación.
Lo más curioso de todo es que hasta, a veces, ordeno la
ruina, tengo muy colocaditos y a mano, los recibos pendientes, los pufos
apuntados –grave error- y las bombonas vacías.
Las multas no, esas van directamente a la basura, siempre
después –reciclar primero y no atascar mi wc después- de usarlas de papel
higiénico.
José J. Aparicio.
4-Octubre-2019.
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