La prieta no se lo pensó mucho fue directa a los bolsillos
de “Los Compañeros” –se ve que conocía su contenido- y los vació de volada
obteniendo dos mecheros de gas, un bolígrafo, unos alicates multiusos, un par
de mosquetones de escalada y una linterna sumergible. Del cuello del de bigote
arranco un pedernal de supervivencia para hacer chispitas y también le saco a
este fiambre su guerrera de camuflaje. Luego se fue derecha a las mochilas,
convirtiendo el contenido de las tres –incluida una bolsa suya- en una grande.
Seleccionó adecuadamente todo, abandonando el resto y declarando generosa ante
Spy:
-“Horita sírvase amigo”.
- “Gracias generosa”, contesto estupefacto el viajero,
viendo como los canes empezaban a hacer migas con aquella hembrita.
Como había estado atento seleccionó un par de prendas de
ropa, descalzó a un cabrón –gore-tex – y aparto para si dos libros “El Cártel
de Sinaloa” DIEGO ENRIQUE OSORNO y “Un vaquero cruza la frontera en silencio”,
del mismo autor, salieron intelectuales los muertitos. Luego echándole también
morro al asunto:
-“Oye prieta no me vendría mal la mitad de la bolsa de
cinchitos (bridas plásticas), si se puede claro”.
-“Como no dijo conciliadora Sole separándole una buena parte
y ofreciéndosela”.
-“Pues gracias carnalita y buena suerte”, añadió
despidiéndose.
-_”Un poco de relax amigo, que al mezcal invitan los
finados”, le alargó la botella.
Ahí si que le pudo la chata. Se sentó en una piedra del
camino, que bonita piedrecita para dar mi tropezón dice un corrido, se aventó un tragazo de aquel brebaje
divino y ya más tranqui dijo:
-¿TONS?
Partido a partido, pensó aquella mujer cañón con la
seguridad, no exenta de soberbia, de quien se cree y sabe que es atractiva y
bonita. Ya me lo meteré en el bolsillo –con mis encantos- si me interesa. Un
pensamiento harto femenino y frecuente. Mal sabía ella que aquel güey no era
fácil de metérselo, ni en el bolsillo ni en los chones (bragas). “Como no te lo
metas en el corazón”, pensó Rubio mirándola.
Por otra parte la tarde anterior al lío de “Los compañeros”
Spy y sus perros se habían alejado – a propósito- de un sitio del que no les
convenía delatar la posición. Se alejaron varios kilómetros para dormir lejos
del lugar y con la intención de devolverse cuando tuvieran un plan concreto
para echar mano de aquel –aparentemente- interesante hallazgo. Ahora con la
presencia de una posible persona para ayudar –las reflexiones del mezcal- Spy, aun sentado y pensativo rechazo provisionalmente su despedida.
Esa tarde de la sorpresa los hechos sucedían de esta manera.
SUERTE :
Daba un cante enorme y unos destellos estridentes. Cualquier
capullo se hubiera dado cuenta.
Spy lo vio nada más salir al claro. En la mitad de la ladera
de enfrente, junto a un pequeño descampado. Quería creer en algo, lo que fuera,
una señal de peligro o de socorro, o un aviso a navegantes. Lo que sea que me
alegre el día, o me lo amargue, como casi todos desde hace un tiempo.
Los dos perros, adivinándole el pensamiento, salieron
disparados cuesta arriba. En la misma dirección que tomaría él impulsado por
esa curiosidad innata de muchos animales. Conforme se acercaba, se percato de
que aquellos reflejos brillantes del sol contra algo procedían, no de uno, sino
de tres cedés. Colocados, formando un triangulo, en tres árboles próximos. Casi
en las copas, muy altos. Para que se vieran a lo lejos. Un mensaje. Una trampa.
Algo distinto. Hecho a propósito y con algún fin.
Fue entonces cuando se le encendió el pilotito de alarma.
Cuidado. Precaución. Los tiempos no invitan a la confianza.
Se replanteó el tema en un alto de la cuesta. Despacio.
Ojito. Sin embargo los canes, ya arriba, se mostraban tranquilos y callados.
Algo reconfortante.
Sí, muchos paisanos usaban los cedés como espantapájaros.
Como si los pájaros fueran tan idiotas como los humanos. Pero cierta especie
utiliza sus trastornos mentales como auto mensajes de dominancia.
Los colocaron llevándose el trabajo de subir hasta allí y
bien amarrados, con alambre fuerte. Presos por el agujero del centro del disco
y sujetos firmemente contra el tronco. No deseaban que se movieran con el
viento, ni que se los llevasen los animales. Además, solo era fácil verlos a
ciertas horas, cuando los iluminaba el sol, viniendo de cara a esos árboles. Se
verían de lejos, nunca de cerca.
Así que lo que en principio parecía evidente, como pasa a
menudo, pronto se volvió más complicado. Aquello no lo divisaría cualquier
capullo, como pensó en un principio. Haría falta ser un capullo un poquito
observador. Un capullo con algo de rodaje. Un capullo capaz de mantenerse vivo
en aquellas circunstancias adversas. Alguien que no creyéndose nada, ni en
nadie, mantuviese en el fondo de su ser la traidora y mágica palabra:
ESPERANZA.
Cinco o seis metros separaban los pinos entre si. Las ramas
no invitaban a subir fácilmente, pues empezaban a ofrecer apoyo a bastante
altura del suelo. Unos doce metros. Subir no sería fácil. Bajar los cedés
tumbando los árboles tampoco. Si contenían información ya no se podría leer. El
sol, la lluvia y lo demás los achicharró hace tiempo.
Una mirada nueva y detenida le reveló un nuevo dato. El dato
clave. El que responde a la pregunta del millón.
Un metro por debajo del disco compacto en uno, sólo en uno,
de los pinos había algo. Que no era fácil de ver desde abajo. De lejos tampoco
se veía. Diez minutos después de moverse buscando ángulos iluminación y
perspectiva cayó de la burra.
Era un envoltorio de plástico del fuerte, gris-negro, hecho
con saco de vendimia. Se sujetaba al tronco con cinta americana negra.
Definitivamente la información no estaba en el compacto. El
premio gordo o de consolación, luego lo veremos, está en el puto sobrecito.
No parece que venga nadie por aquí a joder la marrana, pero
conviene ir ligerito, sin pausas pero seguro, a cobrar la primitiva cuanto
antes.
Para una vez que me toca en la vida y además sin jugar:
pensó Spy.
Lo mismo que pensaba ahora saboreando aquel rico mezcal.
Así pues al parecer los hechos, las coincidencias y las
chingaderas aconsejaban otra vez algo peligroso: Parlamentar con esa tal Sole,
o mejor todavía, como ella había recomendado el relax, esperar a ver :”De que
lado mascaba esa iguana”.
José Juan Aparicio.
12-Marzo-2018.
No hay comentarios:
Publicar un comentario