Mi novela segunda entrega: Febrero 2018 en PISTAS AL ENEMIGO.
CAMBIOS
De repente, de la noche a la mañana, cambiaron los valores.
El dinero no servia para nada, el oro tampoco. Lo importante eran las armas, la
fuerza, la comida y el refugio.
Y el mejor refugio, desde la noche de los tiempos, era aquel
móvil, el que nadie conocía.
La seguridad –no siempre exacta- de que ninguna persona,
ningún humano, de este mundo conoce el lugar dónde vas a pasar la noche. Los
animales u otros factores son menos peligrosos.
Que nadie te pueda ubicar en tu indefensión, en tu descanso,
cuando te acuestas, para poder reposar tranquilo.
Inconscientemente, se lleva en los genes. Spy cuando mejor
dormía, cuando más placenteros eran sus sueños y cuando mejor descansaba era
–anteriormente- de noche en los viajes improvisados en carro. Con paradas
repentinas en sitios solitarios, dónde y cuando nadie sabia donde estabas. A
veces ni uno mismo.
NOMBRES Y OFICIOS.
Primero lo breve, los oficios, el de los cánidos compañeros
y o perros salvajes, según ocasiones y el del hombre todologo o pobre según
circunstancias.
Los nombres eran más propios.
El negro se llamaba Zongo, en realidad era Songo, pero en
México cambian los nombres a su antojo y en base a sus hábitos de pronunciación
–alguien conocido, para fregarlos solía decirles: “Nosotros les prestamos
nuestro diccionario para que ustedes lo pateen”- así que al can le cambiaron la S por una Z. Eso ocurrió en un
tiempo anterior a los desastres, en que los tres se habían mudado al país de
los Mariachis.
Rubio, el otro perro,
sin embargo se quedó tal cual, allí les hizo gracia así y nadie se molesto en
decirle güerito. ¿Que nombre le ponemos? Preguntó el veterinario cuando lo
adoptaron Zongo y Spy de la calle. El hombre miró al perro negro, luego al
nuevo y debido a su pelaje y sin complicarse la vida respondió: “Rubio” y tan
tan.
A Spy, Jose, aunque en Mex enseguida le llamaron güero –no
seria por el pelo ya que era calvo- le pusieron así sus compañeros-oponentes,
por llamarles de algún modo, del circuito internacional clandestino de apuestas
en las luchas a cuchillo. La abreviatura le viene de la marca de navaja
Spyderco que usaba. El modelo “Civilian”, hoja seki japonesa, acero del mejor y
especificaciones por encargo de la
DEA para su fabricación: “En caso extremo cortar y correr”.
Al principio la raza del cuchillo preferian el clásico “Bowie”, de trampero de
toda la vida. Pero al llegar Dolores (el apellido de Jose-Spy) a los combates
popularizó el uso de esas navajas con emblema de garrapata y le quedó Spy.
Sus cortes de “primera sangre” hicieron historia, pues la
mayoría de las veces para ganar -y lo hacía casi siempre- sólo le bastaba un
corte limpio y suave, casi sin peligro, en una zona vascularizada. Aparatoso,
espectacular, muy líquido, pero inofensivo a veces, lo justo para una victoria
de rapidín. Cobrar y largarse. No competía para matar, ni siquiera para ganar,
ni por gusto hacia ese “arte” del cuchillo. Únicamente lo hizo por lana,
durante la –no muy larga- temporada que ejerció ese oficio.
Lo cual no quería decir que con su navaja abierta en su
diestra, el puño izquierdo cerrado delante de su cara cubriendo su guardia y su
mirada fija en la distancia de contacto tuviera muchisisimo peligro si en algún
momento tuviera que luchar a muerte. En los lugares pesados llevaba una Glock
18C en la trasera del cinturón, dentro de su funda de cuero, con el cargador
extra –el que lleva parque para echarse a un regimiento- en otra fundita al
lado. En las revistas de armas llamaban a esa pistola automática la “devora
cargadores”, pues en el modo “auto” se los traga literalmente en segundos. Al
lado de la funda del cargador, sujeta al cinto con el clip que trae iba la
navaja.
Su amigo y maestro de “SITRA ACHA” el croata Vlad se lo
había cantado clarito. “Si vas a morir te sobran diez segundos, pero si vas a
matar, mejor arréglate con tres”. “Lo que no resuelvas en tu primera entrada
–por supuesto con cortes propios incluidos y recibidos- no lo vas a solucionar
el año siguiente.
“Así funciona el cuchillo hombre”. Decía.
En un tugurio de Praga había visto a Vlad cara a cara con
dos proxenetas rumanos expertos en el manejo de sus “Alas de mariposa”.
Cuando la cosa se torció y las palabras sobraron, después de
las típicas mentadas aquel par hizo brillar su acero. Vlad lo apartó con el
brazo, empujándolo contra la barra:”Míos” dijo y Spy oyo un clic en el bolsillo
del maestro, el cual dio un paso hacia delante poniéndose de canto, pie
adelantado y listo. Dejó a aquel par hacer sus mariconadas y exhibiciones
abriendo y cerrando sus navajitas y cuando terminaron estaban en la ambulancia.
De los dos segundos que empleó en alistarlos le sobró medio.
Después salieron de volada –lo pendejo no le queda al cro- a
tomarse unos vodkas en un sitio más tranquilo, mientras aullaban sirenas de
ambulancias y poli.
Al salir Vlad se despidió del dueño del bar con un billete
gordo y un schhhhhhhhh muy prolongado en sus labios como diciéndole al güey que
no le apetecería volver por allí. El tipo lo capto a la primera con un breve
OK.
José Juan Aparicio.
27-Febrero-2017.
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