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miércoles, 15 de noviembre de 2017

SUELTOS DE MI NOVELA (5): JAO.



JAO.

Al cuervo lo bautizó como “Jao”, por eso del saludo –creo que sólo es cosa de las pelis de vaqueros- de los indios de Norteamérica, cuando al final lo adoptaron en la manada, aunque más bien podría decirse que el que los adopto fue el a ellos. Los indios tenían al cuervo por un animal muy inteligente y Jao había hecho honor a esa cualidad.
Cuando les mostró el otro campamento de “restos humanos”, comprendiendo el ave que para él, para su salud y sobre todo para su supervivencia le venía mejor la proximidad de una manada más pequeña y con mayor autonomía y movilidad.
Este descubrimiento, muy a tiempo, hizo que Spy y sus canes se pusieran rápidamente en marcha -mucha tierra por medio- para evitar vecinos “complejos”. No había quedado aquel mundo para “amistades improvisadas”.
Y además Jao supo ganarse a los reticentes canes cuando les mostró a ellos los restos de una liebre, de la cual ya se había hartado.
No era un cuervo pequeño y en las noches con fuego de campamento –que eran solo cuando la prudencia lo aconsejaba- siempre saludaba a Songo y Rubio, con toda desfachatez picándoles suavemente la cara, antes de subir a dormirse a su rama preferida, que desde que agarró esas nuevas amistades era una dónde llegara algo del calor de aquel fuego que para él todavía era mágico.
Lo de “Cría cuervos y……..” era al contrario, Jao pasó a ser los ojos de aquella especial cuadrilla, pues veía antes y de mucho más lejos “la que se les venía encima” o “la que pintan calva”, cuando se trataba de aprovechar una oportunidad.
En realidad a aquellos cuatro, un hombre, dos perros y un cuervo lo único que les faltaba para ser una manada perfecta era un arma larga y automática, o sea un fusil de asalto. Para convertirse en los que se dice un quinteto “Express”.
Pero ya sabemos que la perfección no existe y además estaban en ello.
La compañía de hembras no era algo que preocupara mucho a aquel grupo de machos que al estar atareadisisimos con lo del alimento y lo de “llegar vivos a mañana”, habían perdido interés por la reproducción.
Aunque la suerte y el destino querían que –no se sabe bien si por suerte o por desgracia para ellos- pronto, muy pronto, una hembrita humana se cruzara en su puto camino.

José Juan Aparicio.
15-Noviembre-2017.


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