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sábado, 3 de diciembre de 2016

La muerte del Carro Invisible.



Poquito falto el pasado domingo al medio día para que el carro invisible y su conductor, fueran a reunirse con los antiguos propietarios del auto, por orden cronológico José Aparicio y Alzira Estevez al más allá.
Todo gracias a un hijo de la rechingada que se atravesó –nunca mejor dicho- en la carretera de subida a Monçao.
Y nos torció bastante la cosa, que se empezaba a enderezar desde un pasado Miércoles en la notaria de La Cañiza (una firmita de venta que se prolongo artificialmente dos años).

Me voy a saltar al wey del siniestro, que también es siniestro de cojones, porque si no me lo eché el domingo, no fue precisamente por falta de ganas, si no porque tenía mejores cosas que hacer.
Por ejemplo ver a una güerita preciosa y con ojos azules en La Luna , famosa disco de Pontevedra.

El cuento es que el Carro Invisible iba en misión especial a comprar un Acordeón (el de la foto) a Portugal cuando lo del cabrón del Mercedes del año de la pera.
Pero resumo: espero a la GNR, encargo a un vecino de Porto –mi barrio- realice la compra del instrumento por mi y me lo trae al lugar del siniestro –gracias compa- firmo papelitos, no doy parte amistoso, porque lo suyo era darle en la madre al güey. Me ayuda mi asegurador, me lleva a Vigo, dónde alquile un coche con usura.
Me afeito en un bar dónde tomo un bocata y a lo mío: “Con unos ojitos lindos se me quita lo dolido”.
Sobra decir que sólo –modestia aparte- resuelve tan rápido el güerito. Motivos sobraban para hacerlo.
“Hola Chelo” (de Consuelo), que buen consuelo para semejante madrazo.  “Sabes que casi ni llego”.
“Pero si tu y yo no habíamos quedado”
“Pues no, pero yo sabia que andabas por aquí”.
“Traigo mi acordeón nuevo en el carro y ya te empecé tu corrido”.
En caso de muerte prematura –esperemos que no- pues yo siempre  espero a la última carta,
el Carro Invisible habrá muerto en acto de servicio. Por un instrumento, una rola y una bonita mujer, y eso es más de lo que desearían muchos para su muerte.
Sólo un wero exigente pediría además:
“Morirse en la sierra
Dándole plomo a la ley”.
Y que lo entierren con Banda como a Jenni Rivera.
Pero eso ya es otro corrido.

José Juan Aparicio.
1-Diciembre-2016.






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