COMER
EN LA CALLE
Días
atrás en Oaxaca una doctora me desparasitó, cosa que en España no
se hace, pero que aquí es usual. Treinta pesos en consulta y
cuarenta en medicamentos.
Había
quedado algo tocado después de unos mezcalitos y alguna comida
corrida en la calle.
Como
me meneo en carro de uso y sin prospectos, gilipolleces y
recomendaciones de agencia, pues eso de no beba tal y no coma cual,
no se me dio.
Aquí
se lleva mucho para la desinfección una especie de vaselina en tubo
que se llama: “Gel para manos”, bueno algunos elementos también
le llaman “Ojel”, cuando lo utilizan en otros conductos.
La
peña se embadurna las “manijas” en la mesa y siguen
tranquilamente meneándole al cel, el cual también queda desinfectado
y engrasadito a tope.
Doña
Panchita me trata de cine, su comadre me lava el carro todos los días
sin pedírselo y desayuno mejor que el Ritz. Mi estomago y mi
bolsillo se lo agradecen y de codo no tengo na, ya les haré las
cuentas de mi paseito en otra ocasión, pa que los que se animen
vayan ahorrándole.
Lo
reconozco, soy tiquismiquis y repugnante para la comida -que no para
la bebida y la fruta- pero de lo que me gusta, lo como dónde, cuando
y como sea.
Más
aún si matan para mi el único pollo en veinte kilómetros a la
redonda.
Así
que, no más pasarles la carta, para que ustedes escojan. Desearles
buen provecho y una única recomendación:
Cudadín
con el último plato, el que va detrás de las “sanahorias”.
Ese
mejor no tomarlo en la calle, ahí no más le cae a los jotitos.
Como nuestro presidente, o el de México. Que en eso van parejos.
José
Juan Aparicio 26-Agosto-2014.
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