IKEA
Peruanos, gitanos y furgoneteros en general esperan en la
puerta para hacerte el porte.
Entras y te tienes que desplazar por unos pasillitos con
flechas, en un recorrido suicida, sin vuelta atrás, por el templo del
bricolaje, la idiotez y la compra compulsiva de mamarrachadas para anormales.
Al final te mandan más abajo, al almacén, para despacharte
las cajitas con tus nuevos muebles, para que te lo pases cañón montandotelos tú
en tu jacal.
De los precios poco que decir: Del caro al carísimo, pasando
por el hiper-mega-caro.
Y todas las aburridas del mundo con sus notitas con medidas
y fotos en el cel, preguntandole a las empleadas por el rizo adecuado para la
moqueta. O por el tipo de flor u hoja para poner encima de la cunita del bebé.
Me metieron allí a traición y al final caí, 1€, en cepillo
de dientes de viaje. Por aquello de que las mex los prefieren weros y aseados.
Y lo confieso, el aparatito es muy polivalente, igual te
cepillas los dientes, que el pelo, de cualquier lado, como las antiguas vedetes
del “Plata” de Zaragoza: “Péiname el potorro mañico”. También puedes limpiar
los platos antes de meterlos al lavavajillas. O sacarle brillo a la almorrana.
La verdad, un aparatico del carajo, que te hace mirar a los
estafadores con mucha mejor cara.
Así como diciendo: “Si me la cuelan con cremita todo va ok”.
Como nos hace el presi.
Y que mejor para remontar la crisis que un nuevo Rey, un
mundial de fútbol y una reforma de la casa. Todo del mismo chingadazo.
José Juan Aparicio 12-Junio-2014.
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