Gypsy
El chulo putas llevaba unas patillas tribales estilo maori, de esas recortadas con una maquinilla especial. Y una melenita trasera, algo rizada al más puro estilo gitano. Era grande el cabrón, uno noventa y cinco y fuerte, con sonrisa de malandro y el aire inconfundible del proxeneta experto. Seguro de si mismo, vamos, botas tejanas de avestruz y de chupame la punta, pantalón vaquero de marca y americana.
Hacia guardia, con su lugarteniente, en la puerta de la disco. Para entrar a cobrar la protección. La vieja historia, protegernos de quien? Pregunta el dueño. De nusotros mismos payo le contesta Gypsy, llamado así por su origen Marselles, de los gitanos malos de la provence franchute. Los parientes del Manitas de Oro y toda esa peña de figuras del cante, de la prostitución y de la extorsión. Las especialidades del clan, desde dos siglos atrás, además del tráfico de drogas incorporado el último siglo.
Angola, el segundo de a bordo, un renegrido hijo de café con leche (madre gitana y padre payo), entro al local saltándose los machacas de la puerta por la cara, con cabreo mal disimulado de estos, que mucho karate pero se acojonaban con los realmente chungos y se dirigió a la oficina del jefe. Le llamaban Angola, por lo de la penúltima guerra colonial de Portugal. Donde se despacho a gusto con los pretos, el mestizo de los guevos. Un puto experto en el arte del manejo del ala de mariposa (navaja ancestral de los chulos), disfrutaba pinchando al personal que no acataba los mandados de Gypsy.
Protegidos y extorsionados a su vez por la G.N .R. (Guardia Nacional Republicana) de Portugal. coloquialmente Gran Nidada de Ratas, convivían fraternalmente jodiendo al personal. Aunque el trato era cordial, podría decirse exquisito entre ambas facciones del oscuro negocio, de puertas para adentro de sus filas rivalizaban a muerte y se ponían a caldo: “Xa tenho ganas de foder o filho da puta do gitano” aseveraba Rui, un pez gordo y grueso de la republicana. “Cando collamos a o gordo a noso modo o vamos a reventar” decía Angola. Mientras tanto jodían en los mismos burdeles, por la patilla del jefe claro, de la red del calé.
Angola salió en cinco minutos, le hizo un guiño de ojo en plan ok a Gypsy y sonriendo ambos de dirigieron al chiante (coche macarra tuneado), del jefe, un BMW con muchos números y letras: seiscientos no se cuantos RRRXXXTW. Un carro acorde con la profesión de su dueño.
Un soberano cabrón, hijo de la puta chingada y un chulo putas con más peligro que un chupa-chups de curare.
Spy observó disimuladamente la escena desde su coche aparcado unos metros más atrás, mientras acariciaba su último modelo de navaja Spyderco, el civilian, un juguetito pensado para cortar femorales en un pis-pas, ganar tiempo e irse de najas. Esos fueron los requisitos que le dio la CIA al fabricante.
“El encarguito de fácil no tiene nada” pensó, sonriendo burlonamente, a su estilo, mientras arrancó su coche, con el trabajo de esa noche ya realizado.
“Ahora a tomar algo en otro lado”.
“En este ya me verán cuando sea necesario”.
José Juan Aparicio. Otra pequeña entrega de mi próxima novela.
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