Una cuestión de temperatura.
Frío en serio. Cabeza de Manzaneda, Orense, yo tenía11 años,
me llevó un subnormal y sus dos tíos del Opus para que el elemento probase
aquello tan chic en la época del esquí. Alquilaron equipo sólo para el –yo
parece ser que era un convidado de piedra- me dejo ponerme cinco minutos las
tablas para que probara anclándolas en mis zapatos de calle, no se como
conservo las extremidades inferiores después de aquello.
21 años volviendo de Salceda. Enero, de un baile de noche,
en moto, sin equiparme. Ahí las manos
se me volvieron de cemento.
30 años crudo invierno europeo cruzando la DDR yendo hacia Berlín, se
para mi coche y me meto en 30 cms de nieve con zuecos, me salvo el de la grúa,
pues le pedí que mandara la calefacción a tope hacia el salpicadero, dónde puse
dos bloques de hielo (mis pies) para descongelarlos. Otro milagro. Y suerte.
Me congelé manos, pies, nariz, orejas y huevos como 20 o 30
veces más. Durmiendo en invierno en coches sin calefacción, vendiendo en
mercadillos que podrían estar en Siberia. En NY con ropa de Miami en enero. En
una hamaca en la selva colombiana sólo con camisa y botas encharcadas de barro
(de día te asabas). En casas y pisos sin calefacción, casi sin comida y sin un
duro.
Estoy aquí porque –gracias a no se que cielo- fueron
periodos breves, pero intensos eso sí.
El frío me respeta porque le tengo aguante por jodida
desgracia.
Pero prefiero el calorón, se no-duerme mejor sudando que
helándose. Orita mismo -4 Julio del Covid gallego- tecleo cayéndome el sudor en
la lap debido a la ola de fuego de estos días.
Y siempre lo digo equípate para que no te vuelva a pillar,
pero: “El que nace cigarra nunca muere hormiguita”. Al final me lo bebo, me lo
gasto cuando llega y sigo con los zapatos remendados con silicona caliente para
que no les entre agua. Las dos primeras veces funciona.
La felicidad son momentos únicos y escasos. Mero transito
entre penurias.
Pero siempre reconoceré lo bien que se esta seco, caliente,
bien comido y bebido, debajo de un techo que es seguro porque sólo tu y la
recepcionista sabéis dónde estas. Con lana –puro billete verde- achantado y
seguro fuera de la habitación –lo gordo- siempre algo encima por los
imprevistos y para cerrar bocas.
Un 38 S&W debajo de la almohada y su parque extra en la
mesilla de noche.
Llegas a las 4 de la mañana sólo y tomado, cociéndote de
calor en el verano regiomontano, pero coño: “Que caliente es la felicidad”.
José Juan Aparizio.
4-Julio-2020.
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