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viernes, 10 de julio de 2020

Doña Panchita y las feministas de salón.



Doña Panchita y las feministas de salón.

Cuando estuve en Iguala, desayunaba –enfrente del hotel- en el changarro de Doña Panchita.
Este se encontraba instalado en el aparcamiento del hotel “Piojo” dónde me alojaba. Un trozo de tierra cerrado por un muro de block (bloques de cemento). Allí en una esquina dando a la calle y cerrado, no mas que por unas rejas de tabla que dejaban ver el interior despachaba aquella viejita con no menos de 70 años. En Mex es así, te la rifas hasta la tumba. La doña echona como todas, chambeaba con un comal, cuatro mesas de plástico con sus correspondientes sillas de Coca Cola y un frigo de octava mano reciclados y donados por algún pepenador (basurero-reciclador) colega. La barra consistía en cuatro maderas también recuperadas.
Tacos, burritos, café, chelas, lo de siempre, sin covid en aquella época. Me la imagino orita con su mascarilla y su gel igual de chingona en su jale. Presentando la factura sin pestañear, como si fuera la maitre de La Tour D´Argent echa con un bolígrafo en un recorte de periodico.
Esa mañana llego maldiciendo porque se le habían caído y estampado en plena calle las dos docenas de huevos que había comprado a Doña Lupe su carnalita. Se tuvo que regresar, ya sin lana y llevarse otra vez los huevos de fiado.
Y claro esto trastocaba gravemente su nimia economía diaria.
Si, esa de muchos sitios dónde sólo cuanta el hoy y mañana veremos.
Su cuatacha la Sra Espe ya había lavado mi carro con un cubo de agua. Todas las mañanas lo hacía. Nunca en mi vida lleve un coche tan brillante. Lo lavaba diario sin preguntar, porque si, porque hace falta chamba.
Bien desayunado y con carcacha reluciente me dedique a mis cosas sin dejar de pensar en esas dos mujeres de avanzada edad que se la giraban día a día con valor, mucho humor y poca esperanza.
Y me rasco un poquito el intelecto de comprobar que yo –de aquella, pues ni siempre es así- me la giraba chido mientras aquellas dos SEÑORAS, que ni sabían que eran feministas lo pasaban chueco para jalarse unos pesitos diariamente.
Claro el feminismo activo queda muy lindo al otro lado del charco con libros de autoayuda, manifestaciones de morras, chalet con piscina, cenas caras y folleteo extramarital consensuado.
Pero es que esas pavas no saben más que hacerse fotos con los negritos de la ONG que queda muy chulo en el FACE.
Y eso –queridas- Diosito me perdone el sacrilegio, se llama Feminismo de Salón.

José Juan Aparizio.
10-Julio-2020.




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