Doña Panchita y las feministas de salón.
Cuando estuve en Iguala, desayunaba –enfrente del hotel- en
el changarro de Doña Panchita.
Este se encontraba instalado en el aparcamiento del hotel “Piojo”
dónde me alojaba. Un trozo de tierra cerrado por un muro de block (bloques de
cemento). Allí en una esquina dando a la calle y cerrado, no mas que por unas
rejas de tabla que dejaban ver el interior despachaba aquella viejita con no
menos de 70 años. En Mex es así, te la rifas hasta la tumba. La doña echona
como todas, chambeaba con un comal, cuatro mesas de plástico con sus
correspondientes sillas de Coca Cola y un frigo de octava mano reciclados y
donados por algún pepenador (basurero-reciclador) colega. La barra consistía en cuatro maderas también recuperadas.
Tacos, burritos, café, chelas, lo de siempre, sin covid en
aquella época. Me la imagino orita con su mascarilla y su gel igual de chingona
en su jale. Presentando la factura sin pestañear, como si fuera la maitre de La
Tour D ´Argent echa con un bolígrafo en un
recorte de periodico.
Esa mañana llego maldiciendo porque se le habían caído y
estampado en plena calle las dos docenas de huevos que había comprado a Doña
Lupe su carnalita. Se tuvo que regresar, ya sin lana y llevarse otra vez los
huevos de fiado.
Y claro esto trastocaba gravemente su nimia economía diaria.
Si, esa de muchos sitios dónde sólo cuanta el hoy y mañana
veremos.
Su cuatacha la Sra Espe ya
había lavado mi carro con un cubo de agua. Todas las mañanas lo hacía. Nunca en
mi vida lleve un coche tan brillante. Lo lavaba diario sin preguntar, porque
si, porque hace falta chamba.
Bien desayunado y con carcacha reluciente me dedique a mis
cosas sin dejar de pensar en esas dos mujeres de avanzada edad que se la
giraban día a día con valor, mucho humor y poca esperanza.
Y me rasco un poquito el intelecto de comprobar que yo –de aquella,
pues ni siempre es así- me la giraba chido mientras aquellas dos SEÑORAS, que
ni sabían que eran feministas lo pasaban chueco para jalarse unos pesitos
diariamente.
Claro el feminismo activo queda muy lindo al otro lado del
charco con libros de autoayuda, manifestaciones de morras, chalet con piscina,
cenas caras y folleteo extramarital consensuado.
Pero es que esas pavas no saben más que hacerse fotos con
los negritos de la ONG
que queda muy chulo en el FACE.
Y eso –queridas- Diosito me perdone el sacrilegio, se llama Feminismo de Salón.
José Juan Aparizio.
10-Julio-2020.
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