Llámese afecto, empatía o conexión. Lo que puede ser un
principio de sentimientos más profundos y siempre de aprecio. Algo que nace del
interior de algunos seres y que se localiza fuera del entorno carnal y físico de estos.
Estoy más inclinado a creer que los orígenes de la relación
perro-hombre, o cualquier relación de los hominidos con otros animales se deba
exclusivamente a intereses alimenticios, más bien opino que fue al contrario.
Aún a costa de menospreciar la ruin naturaleza y el
canibalismo intrínseco a los primates.
En estas especies “sociales”, grupales o de manada, no
siempre –a lo largo de los tiempos se ha demostrado- han encajado individuos
con ideas y pensamientos completamente separados del concepto monoteísta del
clan.
En resumen, los libre pensadores nunca han sido bien vistos
entre las mayorías homogéneas.
Yo creo más bien, que el perro, el coyote, el mapache, el
zorro, el cuervo, los felinos etc, empezaron –en la noche de los tiempos y también
en la noche real- por acercarse a elementos solitarios de la raza humana.
La indudable magia y curiosidad acerca del fuego, su calor y
sensación de compañía, además de la tranquilidad y áurea que desprende un
individuo capaz de valerse por si mismo motivaron un acercamiento etéreo que
luego derivo en cuestiones más practicas.
Un patán por muy tarugo y baboso que sea, tiene que saber,
conocer y para nada pretender ignorar algunas reglas básicas del “Planeta
Tierra”, al margen de memeces impuestas como el número de identificación fiscal
o el huesito de plástico con bolsas –también de plástico- para recoger mierda
de perro.
A saber, un tipo sólo ahí fuera, dónde no haya parientes ni
chalets, tiene máximo 3 días para buscarse refugio, dependiendo de la meteorología
pueden ser incluso horas. Tiene entre 8 y 10 días para buscar agua y entre un
mes y 40 días para buscar comida.
Estas etapas de la común realidad las dominan mejor otros
animalitos no tan “racionales”.
El mochuelo que se posó en la rama, luego se acurruco en la
manta y después probó los restos de la cena de aquel neandertal. Un tipo alado,más
aventado que muchos necios de por aquí.
De ahí en adelante el resto –dicen los naturalistas- sería
evolución.
Involución o retraso mental podemos pensar otros.
Porque que yo sepa entre el lobo y el hombre que cruzaron
sus destinos nunca se le ha ocurrido poner por delante la urgencia del hambre a
la fidelidad afectiva.
Como ya he dicho el canibalismo es cosa de otras especies.
Y los personajes –los esquimales son un buen ejemplo- que en
ocasiones han cruzado esas fronteras en interés de sus propios estómagos
pertenecen a otra muy abundante raza:
La de los HIJOS DE PUTA Y LOS TRAIDORES.
Los hombres con H y los lobos con L que de verdad son
fregones, se mueren en la raya, de hambre, si hace falta, pero al lado del
AMIGO, con A mayúscula.
José Juan Aparicio.
29-Enero-2019.
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