EL POLVO DEL SIGLO (1).
“Nunca te acuestes con un tío la primera noche, a no ser que
también vaya a ser la última”. Dicen las chicas, aunque no siempre es así. Hay
excepciones que confirman las reglas.
-“Pues tienes que perdonar cielo, pero estás rebuena”, le
dijo Juan a la morra apretándola bastante durante el tercer corrido.
Le había entrado en plan chingón, al estilo Monterrey:
-“Nas noches chula. ¿Da su permiso?”. Hay que asegurarse de
no cagarla en ciertos antros pesados.
-“Se me hace que un cuerito como usted debe bailar de mil el
duranguense, al brinquito y así”.
-“Para tu carro güey que estoy con mi hombre”, contesto la
hembrita.
-“No es nada, usted perdone, no era mi intención……” tartamudeo
Juan mirando alrededor para asegurarse una pronta retirada.
- “Te estoy vacilando cuero, no te me rajes tan pronto”.
- “Ni tan chingón, ni medio pendejo bonita, ya sabes como se
la gira aquí la raza”. “¿Tons te cuadra un Don Julio?”.
- “Órale carnal, bebo en compañía, como se dice en las webs
de contactos, jajajajajajajaja”, río su
propio chiste la chula.
La botella con la media docena de chelas de acompañamiento
bajó de rapidín, entre una charla muy cordial y unos bailes apretaditos.
Lupe Morales era una mujer cañón de esas algo güerita y
megachingonas de Mtry. Cuarenta y ocho muy bien llevados, alta la regiomontana,
morena, tetona, nalgona y simpática. Un cuero de concurso, además viuda, algo
no tan extraño en el norte de México. Culta, optometrista –hay una gran
industria óptica en esa ciudad- y para rematar habladora.
Un chollo, sólo había que decir: sí amor, ok, claro, dime
chula, órale cariñito y esas cositas para enamorarse de ella en un par de
minutos y sin hacer uno el gasto en cotorreo. Y de mojigata tenía lo justo, o
sea na. Hasta contaba –riéndolos por adelantado- chiste cochinos y –lo que es
más raro- buenos.
Juan era también alto, güero, ojos azules, notoria cojera en
la pata izquierda, tirando a gordo y muy vacilón al estilo chilango (DF):
“Rebonita está mi chata”.
Tejana blanca, botas a juego de avestruz y camisa –por fuera
del pantalón de mezclilla (vaquero)- con estampado de calaveritas de azúcar y
cactus sobre fondo negro.
Se notaba en el ambiente –también por las miradas de
envidia, de momento sana- que a Lupe le cayó en gracia:
“Me vienes bien esta noche y espero que te des maña en eso
de la idas y venidassssssssss” prolongó Lupita la s con toda la intención y
luego soltó otra contagiosa carcajada.
Acabaron a las cuatro de la mañana en el apartamento de ella
que estaba encima del taller dónde trabajaba, en esa calle de Monterrey que
esta llena de negocios de optica.
Al subir por las escaleras –era un primer piso- Juan le
empujó descaradamente el culo y ella agradeció la ayuda con una nueva
carcajada.
En la puerta, mientras Lupe metía la llave en la cerradura,
cambiaron de boca sus lenguas con gusto, acierto y sobredosis de saliva con
sabor a tequila.
José Juan Aparicio.
15-Noviembre-2015.
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