CENADURIA LUPITA
El paisano que se prueba
sombreros vaqueros a mi lado, en el puesto del mercado, comenta que perdió su
tejana el sábado en la parranda.
Un tipo de unos sesenta, que
ya le empezó a regatear a la doña del puesto.
Un sierreño aventado, con
lana y camioneta, al cual nadie le va a preguntar si cultiva cacao, mota u otra
cosa.
El sitio donde perdió el
gorro el fulano, sería fácil de encontrar, pues la parranda mexicana de manual
no es, pues, muy compleja.
Taquería de tarde con comida
y los primeros tragos (chelas), “Tacos el Mizteco”, “Tlayudas Pancho” o “Comida
Corrida La Michoacana”.
A seguir el primer congal, ahí
ya la cosa se pone más pesada y la bebida dura: mezcal, tequila y buchanan´s.
Billetes de a veinte pesos en el tanga de la teibolera y primer –y último
polvo- con la pro de guardia.
De ahí p´al real. (De ahí en
adelante). Más de lo mismo, más puteros y nuevos tangas, invitaciones y sexo en
la oreja: “Mi amor cuando me cojas te voy a llevar a la luna”, “Estoy deseando
que me lo hagas rudo, mi vida”. E indicaciones de sitios, lugares y flujos, con
detalles del por dónde y cómo.
Siempre sin dejar de hablar
bonito, por ambas partes.
A estas alturas del partido,
nuestro Casanova de Mitla, ya está enamorado al cien. Y borrachito de tequila,
que dice Lila Downs.
Es el momento ideal de “sacar”
a la chica del antro e invitarla a cenar, como no, en la Cenaduria Lupita,
lugar mítico de los trasnochadores, puteros y parranderos de Oaxaca. Apantallando a todo lo que da, con
camioneta de escape libre y botas blancas de avestruz.
Por ahí se debió de caer el
sombrero.
El resto es historia:
amanecer con una cruda del quince al volante de la troca en el aparcamiento
del último bar.
Luego regreso al pueblo,
chinnnnnn con pasada rápida por el mercado para sustituir la tejana.
“Ay, mi amor, le dice a su
vieja al llegar – a ver si cuela- “las colitas de borrego”, se venden mejor
con unas chelas de por medio”.
Con peor fortuna su mujer le
mienta la madre, se la parte o lo regresa a casa de su progenitora.
Depende mucho del cariño que
le profese y también de la lana que le haya sobrado de su última tomadera.
José juan Aparicio.
11-Julio-2014.
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