Sueltos de mi novela 1: “Perro Mapache”.
“Perro Mapache” entró en la cantina. Saludó con un gesto
mínimo a la teibolera. Metió una moneda en la pianola y selecciono su rola. Un
corrido del Norte. Se sentó en la mesa y pidió una botella de mezcal a la mesera.
“Con quesadillas de pollo chula”.
Espero un par de horas hasta que, a la final Pancho entró.
Lo vio, sin mirar, a través de sus Ray-Ban y sacó la navaja curva y serrada
abriéndola suavemente por debajo de la mesa con una sola mano. El clic del
seguro no se oyó a través de la ranchera.
Se levanto, en dos pasos se cruzó con el de Michoacán y zis,
zas cortó primero la yugular por la cara interior del muslo izquierdo. Luego,
muy seguido, la misma vena a la altura del cuello.
Al indio le quedaba, mal contado, un minuto de vida, cuando
los dos chorros rojos, espesos y gruesos empaparon el piso del local.
Bien aprovechado ese tiempo y administrada adecuadamente la
feroz descarga de adrenalina que acompaña esos momentos, el cadáver del que
hablamos podía tener mucho peligro y hacer mucho daño en su despedida.
Pero aquel güey no aguantó la sorpresa y en veinte segundos
estaba en el suelo, con cara de “hasta lueguito”.
Cuarenta segundos después le habían picado su billete para
el infierno.
José Juan
Aparicio 14-febrero-2014
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