MÉDICOS DE PRIMERA COMUNIÓN
Con cinco o seis años me rompí una ceja. Fue al chocar de cabeza contra el canto de un tresillo de madera, en casa de mi abuela. Nada grave, pero con bastante sangre y algo de drama familiar. Mi tía Purita, me arrastró en volandas hasta la consulta de un médico que me dio unos puntos y listo. Lo hizo en vivo, sin anestesia local ni tonterías, pero con palabras amables y humanidad amortiguó el dolor que no era tanto. Y listo, le pagarían mañana. A la antigua. Ir con Dios. Mi primer contacto serio con la medicina moderna. Luego vendrían otros no tan afortunados.
Como con todo en la vida, en lo relacionado con la salud hay que tener suerte. Y a veces, según con quien topes, mucha suerte.
Mi primer accidente gordo en coche se saldó con tres meses sin cambiar de postura en el hospital y seis más sin bajar de una silla de ruedas. Total na. Las cotillas beatas y putas de mi pueblo ya sonreían piadosamente preguntándome si me quedaría así para siempre. Cuando les decía que no, rosmaban por lo bajini sin creérselo. “Al pobre lo están engañando” pensaban regocijándose las muy zorras.
Me dejaron medio cojo de la pata izquierda. A algún artista se le fue la mano y tocó un nervio que no debía a la altura de la cadera durante la operación. Gajes del oficio. Casi me deja medio lelo también una enfermera carrocilla y conocida de la noche madrileña. Con la confianza me metió dos dosis de tranquimazin chutado y me mandó a un viaje astral, psicodelico y paranoide del cual no se ni como regresé. Le había dicho que ya me había pinchado su compañera, pero no me creyó y zas otra de propina.
Lo más curioso de esos mesitos de convalecencia fue un dolor de espalda que me machacaba durante días. Fue necesaria la intervención de un detective amigo que en una de sus visitas dio con el arma del crimen. Tenía una cuchara sopera debajo de la sábana y el cobertor inferior del colchón. A la altura de la columna vertebral. Se ve que el moreno integral que lucía en aquel entonces ofendió a alguien del departamento de limpieza.
Esto lo cuento a modo de introducción para lo que viene luego. Y para no caer en los tópicos de chistes médicos:
- Doctor donde dejo la ropa. Dice la señora.
- En esa silla al lado de la mía.
La verdad es que la realidad da más risa todavía.
Y ahora hablare de tres casos concretos separados por muy pocos días:
- 1º. Mes de Junio servicio de urgencias de Ponteareas Pontevedra doce de la noche. Llego allí de acompañante de una persona bastante enferma y con problemas cardiacos crónicos.
Cuando pasa a la consulta y la empiezan a explorar por la ventana abierta se oye el pum, chum, fum típico de una vecina fiesta de house, bacalao o la puta que parió a ese género musical tan bonito.
Salgo y veo en la puerta al recepcionista de urgencias, a una médica y a los dos tipos de la ambulancia fumando. Cuando les pregunto si no van a decir nada a los del pum de enfrente se mosquean directamente.
- Vaya usted a decirle lo que quiera. Lo normal del buen rollito. Que son jóvenes divirtiéndose y tal. Que yo estoy amargado!
Resumen, cuando me cagué en alguien y refunfuñando para no doblegarse un personaje de aquellos fue de mala gana a decirles que bajaran el volumen.
- 2º. Mes de Junio servicio de urgencias del Hospital Meixoeiro dos de la mañana. Después del mareo normal y varias horas de pruebas a la misma enferma le anulan una prueba que tenía el día siguiente. Un shock, para revertirle la arritmia. Porque en ese estado no se la podemos hacer. Ya avisamos nosotros a cardiología. La ingresan. A las diez y media de la mañana siguiente la llaman, para preguntarle porque no se presentó a la prueba. Lo explica. Cuando le pregunta, humildemente, al cardiólogo por ese detalle se pone el fonendo en las orejas y cambia de tema.
Conclusión evidente: los de urgencias pasaron del tema. Cubrir la guardia lo antes posible y punto. Una historia normal y repetitiva de un hospital cualquiera.
- 3º. A la misma paciente le dan una pastilla sin envoltorio. La toma. Es un betabloqueante. Aunque está indicado en la historia y lo dice siempre que ingresa, se lo administran igual. Es alérgica a esta medicina. Se pone a morir.
Reclama y salva la situación como puede. Al día siguiente pregunto en control de enfermería porque no ponen sobre su cama el cartelito de siempre “Alérgica a tal”. Mi pregunta suena mal y empieza de nuevo el dialogo de competencias. O de incompetencias. Que si yo no fui. Que se la dieron abajo. Que aquí pone tal y cual. Al final cuando ven las muy p…., profesionales quiero decir, que me voy, ponen el puto cartelito. Hacerlo en mi presencia seria doblegarse a mi voluntad!
- 4º Sólo a modo de comentario. Algún médico cachondo ya le dijo a esta paciente. De verdad muy paciente y muy grave:
- “Cuénteme lo suyo, pero no desde su Primera Comunión”. Humanidad y brevedad al poder, figura.
El cuerpo de médicos, enfermeras, personal sanitario en general y sobre todo los visitadores médicos recibirán un capitulo aparte en mis artículos. En breve.
Ahora sigo.
Conversación en un pasillo del mismo hospital un mes antes. Delante de la puerta de una consulta. Es un pasillo poco poblado a esas horas. Una de la tarde.
- Hola Lola.
- Hola Pepito.
- Contigo quería yo hablar pues necesito un fonendo de esos de propaganda.( por la jeta vamos ).
- Claro, no hay problema. Ya mañana te lo traigo que ahora no tengo en el coche.
- Yo también quería decirte que dentro de dos fines de semana tenemos un congreso.
- Ya pero es que me pilla fatal porque tengo mucho lío con los niños.
- Es que es en Oslo. ( por la patilla claro ).
- A bueno, pues entonces voy a ver si lo arreglo. Esta semana te llamo.
Difícil de imaginar no? Pues es textual. La médico y el visitador.
Ya se que mosquearse con los camareros es arriesgarse a que te caguen en el plato. Y por la misma regla de tres, tentar la suerte con el corporativismo pijo-medico-sanitario es completamente suicida. Pero vamos a ello. Soy agradecido con los médicos que me repararon algo a veces muy grave. Soy consciente y agradecido con la Seguridad Social española, que aunque criticada ,no deja morirse gente en la calle como en otros sitios. USA por ejemplo.
Pero he estado en sitios donde el trato es diferente y donde el paciente es considerado una persona. Los mismos médicos de fuera, en especial sudamericanos que trabajan aquí lo demuestran día a día.
Resumiendo hay mucho que mejorar y lo mejor y más duro será bajar a los hechiceros de su pedestal de poder, prepotencia y soberbia y hacerlos tocar el suelo. Aunque para ello se arriesgue uno a suicidarse o a que lo suiciden.
Acabaré con un caso real,de hace bastante tiempo:
Un médico de Goyan conocido como la Virgen de Fátima. Por su conocimiento, sencillez y humanidad comentaba a otra persona de Tuy, pasándose el corporativismo por los cojones:
- Cuidado que aquí tenéis a un tipo muy peligroso.
- ¿Quién?
- El Doctor Casal Aboy. Estudió conmigo. Chapaba mucho y sabe mucha medicina. Pero diagnosticando es letal.
Pues ahorita viene lo bueno. A ese pájaro, que también fue alcalde, le pusieron los imbéciles de mi pueblo una calle.
Pero debieron ponerle una avenida, por lo menos.
En su calle, no cabrían de pie todos los mendas a los que les adelantó el viaje al más allá.
José Juan Aparicio.
PD: Que Dios me de salud. Que para quitármela están los hechiceros.
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