Entradas populares

Vistas de página en total

viernes, 3 de junio de 2011

LOS PERROS NO VAMOS AL CIELO

LOS PERROS NO VAMOS AL CIELO

Lo vi por primera vez dentro de un cercado al borde del camino. Un sitio con red alta para que no se escapen las gallinas. Ni las coman los zorros. Aunque algunos se las arreglan para pasar.
Mini estaba allí dentro al cargo. De guardia permanente. Un vigilante jurado a tiempo completo y con salario precario. Pienso y agua. Se conoce que el cabrón del dueño es un amante de los animales. A veces andaba suelto y otras lo ataban a la puta cadena. Era vivo, simpático y pequeño por eso yo le decía Mini.
En cuanto lo llamé por primera vez vino al lado de la cerca a saludarme. A mí y a mis dos perros. Luego ya no hacía falta llamarlo. A veces le daba algo de comer, cuando me acordaba de llevárselo. El tipo lo agradecía.
Con el tiempo nos hicimos íntimos y hasta nos saludaba ladrando desde dentro cuando lo metían en el galpón. A diario pasábamos por allí y lo veíamos.
Un día apareció con una fea herida en el lomo, una llaga. Yo me mosquee bastante. Y me di cuenta que cuando las gallinas andaban sueltas a el lo prendían con la cadena. Este, le ha hecho algo a una pollita y lo han currado, pensé. No conozco al dueño, ni me interesa, pero claro blanco y en botella…..
La herida le curó y paso un tiempo tranquilo. Nos seguíamos viendo. Tiempo después tuvo más heridas. Yo ya no tenía duda. Pero claro la única solución posible: colgar al energúmeno no era viable.
Como un mes después de las últimas heridas desapareció para siempre. Lo tuve clarísimo: le habían dado matarile.
Lo sentí y aún lo siento de verdad. Aún no le puse cara al dueño. Pero espero hacerlo un día de estos. Entonces me quedaré con la copla. Y se la tendré jurada. Porque si algo aprendí en esta puta vida es a esperar. Y algo se nos ocurrirá en su momento.
El tequila a la salud de Mini ya nos lo hemos echado y la lagrimita también.
Y que casualidad la otra noche soñé con un can muy parecido a Mini que le comentaba a otro: tu tranqui socio, que los perros no vamos al cielo. Tan pronto como desaparece nuestro último trozo de piel y carne comido por las hormigas, nos reencarnamos en otro perro mucho más grande que el que fuimos.
Y casi siempre, nos volvemos a encontrar a solas y de noche con nuestro antiguo dueño.
Para agradecerle. O para lo que sea.

José Juan Aparicio.



No hay comentarios:

Publicar un comentario