PA ENEMIGO ME VALE CUALQUIERA.
Los amigos de verdad son
pocos y duran menos. El mundo está lleno de aprovechados y traidores. El paso
siguiente es convertirse en enemigos.
Cuando un “amigo” se pone en
evidencia demostrando que se relaciona sólo por interés y alguien simplemente
lo rechaza, ignora o deja –a propósito- de serle útil normalmente se enfada.
A las garrapatas,
garrapatos, ladillas y o ladillos, ya
probado el dulce sabor de la sangre le cuesta soltar su presa, a pesar del
riesgo que esto conlleva. Lo de la: “Retirada a tiempo….” no les cae.
Se cabrean cuando les dices
la neta, les explicas la O por lo redondo, sumas 2+2 o les haces notar que la P
con la A es PA.
Entonces se emputan y te
convierten en su enemigo a pesar de ser ellos los que te chingaron. Simplemente
por notarlo.
A mis amigos –no tengo
siempre- los escojo yo y normalmente también los corro yo. No siempre de mal modo, pero si en la cara y de viva voz,
nada de “mensajitos” y eso no lo perdona nadie.
Me vale que transmuten en enemigos.
Para encontrar una amistad
verdadera tiene que llover mucho y para perderla poco.
Pero la ecuación es simple:
PARA ENEMIGO ME VALE CUALQUIERA
Y a pesar del “buenismo”
reinante todos tenemos enemigos, tonterías aparte del “Enemigo Interior eres
tú” y esas chingaderas de los especialistas en auto a yuda.
“Yo no tengo enemigos”.
“Tú siempre haciendo amigos”
me dicen a menudo cuando evito cordialidades falsas.
Pues a mí, los enemigos me
nacen. No les hago mucho caso. No me distorsionan la mente ni me envenenan el
alma.
Pero que no se pongan a tiro
en el lugar y momento oportuno. Rencor el justo, revanchas las exactas y San
Martín puede ser cualquier día.
Repito: Para enemigo me vale
cualquiera y no los colecciono.
Pero me encanta aquella frase de un famoso
pistolero:
“No tengo ningún enemigo
vivo”.
José Juan Aparizio.
29-Mayo-2021.
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