PECES DE ARRECIFE.
Siempre fui bastante
asocial. De muy joven me di cuenta de que ni me gustaban ni me convenían los
grupos o los clanes, que es lo mismo. En Madrid cuando mis amigos me atosigaban
para salir en plan manada a desparramar por ahí me arreglaba para escaparme.
Voy a baño y… adiós. Dejé algo en carro…. chao.
Aparte de darme vergüenza
(palabra que no existe en mi diccionario) el comportamiento de las avanzadillas
de “machitos” en plan horda, truncaba mis posibilidades de conocimiento y relación
con el otro sexo. Por otra parte cuando se agrupa en plan “sólo chicas” también
tiene lo suyo con sus diademas de “pollas” en la cabeza y su sudamericana
–también euro- afición a los “stripers”. Sólo fui a una despedida de soltero en
mi vida, me llegó, me aburrí soberanamente y me largue enseguida. No repetí.
Cuando me invitan siempre digo que sí y no aparezco.
Por eso esto del aislamiento
me afecta más en lo que se refiere a la falta de movilidad que a la de
relación, o relaciones “humanas”.
Si me mandaran al espacio
exterior, con el perro, el gato o incluso el mono me bastaría como compañía.
Que me inflaran el equipaje de libros, escogidos por mi claro. Paulo Coelho se
iba a quedar “autoayudando” a las terrícolas y “terricolos”.
Me iría en paz y gracia de
dios a reventar más allá de las estrellas, dónde no me tocaran los huevos
ninguno del Planeta Tierra.
Y si antes de cascar me
encontrara con alguien de los “otros”, habría que ir viendo.
Sigo sin creer en los reyes
Magos.
Pero mientras tanto toca joderse
dentro del distrito municipal.
Poco más o menos como las
“Morenas”, las de mar, no las “Prietas” y los peces de arrecife.
Al super de la esquina y pa
casa.
José Juan Aparizio.
2-Febrero-2021.
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