Motos de pajar 2.
Orita las motos viejunas están muy de moda, pero recién
estrenada mi mayoría de edad y mi licencia eran la única alternativa para los
que no teníamos un papá dispuesto a comprarnos la máquina total, que en esa
época era la Montesa Cota
247. La moto de los pijos sí, pero bien chingona también.
Con los años yo tuve una de más que dudosa procedencia, un
trato de esos en los que está refeo preguntar por los papeles.
Me conseguí por aquellos tiempos una Bultaco Metralla 200,
con tubarro y relación cerrada de carreras en el cambio. Una primera hiperlarga
y las demás marchas pa,pa,pa,pa en ráfaga detrás y sin embrague. Un avión.
Iba con ella a todos lados y por supuesto también al baile
de tarde noche de Salceda, a unos 10 kms de casa. Maqueado al estilo macarra y
tal.
Pero aquella tarde noche de invierno hacía un frío de la
chingada y una niebla que no dejaba ver ni un carajo. Además ayudaba aquel
farito de mierda y los 6 voltios de la instalación eléctrica.
La ida más o menos bien, arregladito, boleado, perfumado y
tal. Con la cumbia, los cubatas y eso se entraba en calor, lo malo fue la
vuelta sólo, bueno sólo no con la hipotermia al lado.
Circulaba al paso de una persona, sin ver na, los 10 kms más
largos y fríos de mi puta vida. En primera jodiendo el embrague.
Llegando ya a mi pueblo avanzaba guiándome por la exigua
diferencia que hay entre la tierra y el asfalto – el generalisimo no gastaba en
pintura por aquel entonces- mirando solo a la derecha y p´abajo. Daba igual,
solo avanzaba por dos motivos: por instinto y por milagro.
De pronto: AY, AY. AY. AY!!!!!!!!!!! Que me mataste.
Ya la jodimos me había echado a un fulano que caminaba por
la carretera que le era más cómoda que la cuenta, yo no veía nada y paffffff.
No caímos los dos, yo de la moto y el de su borrachera, que
le pasó al instante.
“Bueno pues perdona, si te has hecho daño sale, al médico
volando no sea que estás mal”, le dije, pero creo que no tenía más que el susto
y un empujón con mi rueda a 2 por hora.
Venga súbete a la moto que llegamos luego luego. No había a
aquella hora otro medio de tranporte ni nadie por allí. Además estábamos a 800 metros de la casa
del médico.
No gracias, ni de coña, “Xa estou bem” me dijo en gallego mi
paisano.
Y volvió a perderse en la niebla.
En mi vida supe quien era.
José Juan Aparicio.
29-Febrero-2016.