SITRA ACHA
“Tu mano izquierda te puede salvar la vida, el culo del
mango de tu cuchillo a veces resuelve la lucha a tu favor y la primera sangre
que moje la hoja de tu arma blanca nunca se limpia, daría mala suerte”.
Y la suerte es un factor –a veces decisivo- cuando te la
rifas con tu “Spyderco” abierta.
Era la introducción de uno de los mejores manuales de lucha
a cuchillo: “El filo de la navaja”, escrito por Vlad Dalca, un profesional de
las luchas clandestinas a navaja. Spy -como autodidacta que era en casi todo-
había releído aquel libro con atención varias veces y se podría decir que no
había dejado caer sus enseñanzas al piso.
“Siendo realistas, incluso siendo un experto en el manejo
del cuchillo en un entrenamiento real, la posibilidad de salir sin ningún
rasguño es de cero, para comprobar esto sólo tendréis que hacer un pequeño
ejercicio coger dos rotuladores como si fueran cuchillos y hacer un combate,
procurar hacerlo en pantalón corto y finalizado el combate descubriréis que tendréis
el cuerpo tatuado”. (José Enrique Hernandez).
Sitra Acha se le llama a la antigua
lucha española a cuchillo, el arte de la pelea con arma blanca desde el punto
de vista de la técnica al servicio de la eficacia.
“A primera sangre o hasta que el contrario
suelte su cuchillo en señal de rendición”.
Si no lo suelta muchas veces el combate es “a
muerte”.
Lo que pasa es que los que se rinden, algo
tendrán que explicar si luchan por cuenta ajena.
Los pocos que lo hacen de manera
independiente (sin ser asalariados de las mafias) deciden sin más presión que
su economía o su apego a la vida el tipo de combate que prefieren y el momento
de rendirse si lo ven necesario y saludable.
El saber que un médico anónimo, muy bien
pagado, pero con pocos medios y una ambulancia mínima sin quirófano, controla a
los heridos tranquiliza algo, aunque no mucho. El trayecto a un hospital con una
femoral tocada es más largo que la vida que le queda al herido y las
explicaciones a dar después te llevarían –de ocurrir el milagro de seguir vivo-
del quirófano al bote.
El respeto entre los luchadores es absoluto, pero
sólo fuera del “sitio”, así se llama a la explanada simple de tierra donde se
realizan los combates.
Una vez empieza a brillar el acero, las
normas son mínimas, mejor dicho una y única: vivir.
Los mejores fueron los checos y yugoslavos,
durante bastante tiempo, hasta que llegaron los rumanos con hambre, ganas y
mala baba. Después llego Spy. Un español, la cuna de este tipo de lucha fue
Andalucía.
Desde
el principio de los tiempos los homínidos empezaron a cortarse y pincharse
entre ellos nada más descubrir y perfeccionar las herramientas de corte y
punzado.
El circuito de estas peleas clandestinas se
conoce desde que entraron en el los anglosajones –apostadores, promotores y
usureros- como el “Knife-Tour”.
Y constituye un negocio en si, de juego y
espectáculo. Un público que paga caro por ver un “deporte” prohibido y que
además muchas veces apuesta. Jugadores profesionales y promotores, todo con un
tinte mafioso constituye un negocio en alza.
Bangkok, Tokio y Ankara en Asia. Bratislava,
Praga, Bucarest, Palermo, toda Córcega, Irlanda, Detroit, Medellín, Popayán en
Colombia y desde hace poco casi todo México, Gibraltar y Jaén en España.
Esa es la geografía de la navaja profesional
y las armas favoritas las fabrica en USA Spyderco (garrapata en español). Hoja
seki japonesa serrada y acero de primera.
De ahí le viene el alias a nuestro amigo Spy,
sería la abreviatura de la marca de navaja que usa una Spyderco Civilian:
“Cortar y escapar como último recurso cuando no puedes llevar una pistola”,
dicen en la DEA ,
que fue la encargó ese modelo.
Navajas de policía, de rescate, de combate,
de apertura rápida con una sola mano. Fáciles de abrir incluso dentro del
bolsillo. “Salir y cortar”, sería su mejor tarjeta de presentación.
“Las hembras de aquella tierra
disfrutan en el palenque.
Cuando
dos gallos se fajan
por algo que haya pendiente”.
Así sonaba el corrido de la mejor banda de
México que acompañaba los tragos de “Leti” y su galán.
La “segundera” (amante) del “Mocho” el jefe
provisional – con tanta pelea y reajuste nunca se sabe- de una plaza (cuidad) importante, cenaba,
tomando a muerte con su hombre, cuando este feliz y ocurrente le suelta:
- Te voy a llevar a ver como se cortan en
pedacitos dos güeyes prieta, creo que a las morras siempre os gustó mucho ver
peliar a los leones.
- Donde tu quieras vida, además ya sabes que
me gustan esos cueritos –contestó Leti picajosa- si se la rifan por una lana
mejor, el segundo mejor motivo para que un “men” se la juegue.
- Si chata, ya veo por dónde vas el primer
motivo eres tú, vosotras, las hembritas.
- Esssssooo, las que estamos rebuenas y volvemos
a los gallos del revés. ¿No es así amor?
-Y por cierto:
¿Se matan o solo se madrean bonito como en el
box?
¿Y van en calzones también jijijijijiijijiji?
Nota del autor: "Lo de las pinches mayúsculas es un puto misterio de la computación, disculpas por mi torpeza en ese arte".