“OS
CARNEIROS”
(Los
“Mojados” portugueses).
Poco después de la Guerra
Civil Española, sobre los años cincuenta-sesenta, en la frontera
hispano lusa de Galicia se diversificaba el negocio.
De la sucata, al trapixo, pasando por el tráfico de reses y
personas.
Y los jefes de jefes de la raya húmeda hacían a todo.
Los necas (portugueses) con menos papeles que un conejo de
monte querían pasar a Francia, para huir de la miseria de nuestros países y el
atajo era España.
El bisnes era fácil se les pasaba por el río, luego al
camión y de escaqueo pagando las mordidas de los picoletos hasta la frontera
con Francia.
Allí se cruzaba de varias formas, pero la que popularizó el
término gallego-luso de “Carneiros”, fue quizás la más curiosa:
Pastores vascos y catalanes colaban a los emigrantes
portugas por los pasos de montaña del Pirineo mezclados con sus rebaños de
ovejas y a menudo a cuatro patas.
Claro que, al igual que los “coyotes” mexicanos, los
“pasadores” gallegos a veces jugaban chueco.
Simplemente llevaban a los ignorantes portugueses un tramo
más corto, hasta Asturias, Cantabria o un poco más cerca y en algún monte de
Dios los soltaban, previo pago del viaje:
“Abaixo na mais pasar o rio fica a França”. Brigado. Chao.
Cuando encontraban a algún rústico de la zona, o peor si los trincaban los
civiles, se enteraban de que para Francia faltaban cuatrocientos kilómetros y veían su suerte. Entonces le mentaban los muertos al cabrón del galego.
Pero ni modo, a seguirle al cuento. Y –hay que reconocer que
lo que tienen de pesados lo tienen de tercos los vecinos- algunos llegaban.
Y bastantes volvían, con los años, a su “Cantinho do Ceo”,
la esquina entre La Guardia ,
Monçao y Ponte de Lima. Triangulando como los de artillería.
Fué el caso de Zé Barbosa de Merufe (apreta o cu pra que
non bufe), Freguesía de Monçao. Dicho sea de paso un filho da puta con
tirantes. Y buena memoria. De los que no gastan alzheimer.
Después de comer mierda en la construcción unos años se
abrió paso en el Viejo Puerto de Marsella y sus burdeles a punta de navaja.
Eran los tiempos de las bailarinas flamencas en pelotas del español “Pepito de
Marsella” y del gitano “Manitas de plata”. Rivales todos ellos.
Zé a esa edad (setenta y dos), había perdido la prisa.
Pero mantenía el coraje intacto.
Y a Ramón de
Salvaterra de Miño, pensaba recordarle lo de su viajecito a Ribadeo.
Con el cáncer de próstata achuchándole, se le ocurrió
largarse, con las cuentas claritas.
-“Bon día Ramón” dijo al entrar en la tasca de Oleiros, dónde
aún convivían españoles y portugueses.
-“Vamos pra Ancora a tomar o bacallao”.
Ramón se sorprendió, sin reconocer al merufense. Alguna luz
de alarma le pitó, pero sesenta años después y con el alzheimer a todo lo que
da…..
Además, algo achispado por el alvariño, se tragó la historia
de Ze:
-“Acordate pa, socios da fronteira”.
-“Acordate pa, socios da fronteira”.
Total, cena en Ancora, baile y copas na Cruz Velha y
volviendo en la carriña le cuentan los dos pretos angolanos (los machacas del
ze) que: “Tudo esta bem”. Cuando Moncho vomitó por la ventanilla.
El nudo corredizo fue cosa de Zizú un pie noir francés.
Y poca más historia hay, Monchiño la diñó sin enterarse. Zé
no daba explicaciones. Sólo quería resultados.
“Recuerdos dos carneiros” ponía en mayúsculas el cartelito
que colocaron en la barandilla del puente internacional de Salvaterra.
Cuatro metros hacia abajo bailó ahorcado toda la noche Ramón
Leiros. Colgando de la mitad casi exacta del puente cruzando hacia Portugal,
del lado derecho. Que es desde donde mejor se miraba el show.
La gente –lógicamente y a estas alturas del partido- pensó
en la blanca. “Cosas da fariña”.
Sólo algún viejo afilado de la zona comentó:
“Da fariña ostias, un carneiro retornado e con boa memoria”.
José Juan Aparicio. 25-septiembre-2013.
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