Meto una moneda de un euro en una máquina expendedora y me da una Fanta de naranja. Luego meto otra y me entrega un Kitkat (chocolatina). Después se los subí a la enferma que había ido a visitar al hospital. Para endulzarle el día.
A mi ya me lo había amargado, de nuevo, la lectura de dos diarios regionales. Diferentes pero iguales. Válgame el pareado.
Que si sí, que si tal, la economía para aquí y los cinco millones de parados –soy uno de ellos - por allá. Que vamos a remontar por los cojones. Y los de las promesas, que lo van a arreglar con la punta del nabo. Dando pasta a los bancos, como siempre.
Que hay que salirse de euro ayer - yo nunca quise entrar - y que, los que se lo montan guay son los chinos. Hombre claro con las esclavas viviendo al lado de una montaña de pantalones vaqueros y con la pata encadenada a la cama. Así tienen unos precios cojonudos y son los dragones del baile. Un espejo muy bonito dónde mirarnos.
Y luego los enterados, siguen dando lecciones de economía.
Saben lo que costaba el Kitkat en pelas, no se acuerdan. Pues mírenlo. La Fanta igual. Yo no pienso hacerles sus deberes. Pero a lo mejor con veinte duros, de los bonitos tiempos de la pela se compraban las dos cosas. Y sobraba tela. Así que a hacer las cuentas. Se ganaban cien mil, pero eran mucho más que mil euros. Sumen, resten, multipliquen y sobre todo dividan. Dividan por tres o por cuatro y les saldrán las cuentas. O multipliquen por tres o por cuatro si son políticos y les saldrán las cuentas. Si son banqueros con sueldo blindado por sí mismos, entonces multipliquen por seis y les saldrán las cuentas.
Y luego con la notita en la mano, por favor, dénsela a los economistas para que se limpien el culo con ella. Y sigan diciendo burradas.
Cuatrocientas pelas por una chocolatina y un refresco en una máquina es un puto clavo. Aunque nos lo cuente el mismísimo Papa Noel.
Como viene el día de los muertos, o el de los santos, o el de halowin, o el de San Pedro pasado mañana he pensado:
Que voy a visitar los míos, pedirles argo, llorarlos un poquitín – sin pasarse – y decirles que bueno. Que tienen poca mano allá donde carajo estén y que mejor que estuvieran aquí, que se reirían mucho más. Con la que viene. Y los que vienen.
Por cierto señores no voten a nadie, por favor. Que luego van y trincan.
Retomo. Después de acordarme de mis muertos me voy a acordar de los de ellos.
De los que nos metieron pal euro.
De los que nos metieron en la OTAN.
Y sobre todo de los muertos de los que nos dicen que estamos remontando.
A todos esos recordarles que en las revoluciones se cortan cabezas.
Verdad Gadafi.
José Juan Aparicio.