CECILIO BEDEL DE “LA SOCIAL” y padre de mi conciencia política.
Con 18 años llegué a Madrid
para estudiar periodismo. No tenía “conciencia política”. Sí, como todo el
mundo había notado lo “gris” de la España dictatorial de aquella época, además de
las cazicadas de la Galicia pueblerina y rural, con sus chanchullos fronterizos
de la “Raya”, dónde autoridades y fuerzas del orden trincaban lo mejor del
pastel. Habría que ser ciego para no verlo.
El caso es que el segundo
día de clases me entró el típico –eran de libro- progre “trenka”
hipersensibilizado políticamente y del PC (Partido Comunista) a contarme su
vida. Barba, panfletos, “chirucas” y tal.¿Que si ayudaba con la propaganda política
largando octavillas?.
Después de leerlos, estos
textos, así como el fulano no me hicieron ninguna ilusión, pero como había que
luchar contra la Dictadura de Paco Medallas – se murió al año siguiente, yo en
2º de carrera- que decían los fachas, hice tres o cuatro tiradas de “papelitos”
por las aulas.
Lo cual obtuvo el único
resultado de ser “fichado” como “rojo” por Cecilio, el bedel de “La Social”
(Brigada Social una rama de la policía política de Franco). Este elemento era
un policía o Guardia Civil jubilado que como muchos ejercía de espía por las
facultades “Comunistas” de la época de las cuales entonces Ciencias de la
Información (Todo el mundo la conocía como Periodismo), Políticas y Derecho
eran las más conflictivas.
Corrí delante de los grises
con mi amigo “Cachito” , en 4 manifestaciones, oí silbar las porras cerca de la
oreja, queme los “putos panfletos que aún me sobraban –aquel capullo cargó la
mano con cantidades industriales de papel- estuve a punto de incendiar el piso
donde me alojaba, al usar de “acelerante” alcohol y prender todo el plástico de
la tapa del water que quedó carbonizada y pasé del “trenkas” y de Cecilio.
No llegué a visitar la DGS
de La Puerta del Sol, dónde “calentaban” a los subversivos a pesar de tener
novia en Comisiones Obreras, muy sindicalista igual que el novio de su prima un
andaluz tieso que pronto mutó en comedor de gambas a cuenta de la izquierda.
Aclaro en este punto que a
mi abuelo –Capitán de la Guardia Civil- lo sacaron de su casa en Madrid –a punta
de pistola- y lo “pasearon” durante la Guerra Civil.
El curso empieza en Octubre
y en Enero después de esos breves comienzos, me afeite la barba que debió
confundir a todos y volví a ser de esa especie extinguida de Primates
Solitarios.
Habiéndome ya dado cuenta de
que eran exactamente igual de capullos los “Guerrilleros de Cristo Rey” que los
del PC.
Digamos que empecé a ir a lo
mío: fiesta, mujeres, motos, coches, música. Claro no gustándome Mercedes Sosa
y al preferir el merengue y las rancheras (Cahito y yo empezamos a ir al Barrio
Latino, mítica sala de música Dominicana de la Calle Bailén, justo debajo del
viaducto dónde se suicida la peña en Madrid), mis gustos eran considerados muy
paletos por los ilustrados del ritmo y la “Canción protesta”.
Aquellos universitarios
concienciados siguieron trepando hasta algos cargos de la política democrática,
dónde mangaron, mangonearon y trincaron lo indecible hasta nuestros días y
amén. Cohabitando lujuriosa y pornográficamente entre eternos enemigos “Rigth”
y “Left”, mamándosela para no soltar: “Tranqui, ahora tu luego yo” tal como
siguen haciendo tantos años después de nuestro Generalísimo.
Y todo este ladrillo viene a
cuento y aclaración de la razón porque no voto ni he votado nunca. Es evidente,
no quiero participar en esa mascarada ni espero ni esperé nunca nada de sus
protagonistas.
No creo que figure en el
censo electoral, pero si recibo carta para ir a alguna mesa de controlador o
como sea esa “mamada” me limpiaré el culo con ella.
Y si –capullos- esos de que :”Si
no votas no tienes derecho a quejarte” os recuerdo que SI tengo derecho a eso y
–sólo en teoría democrática- a decir, igual que vuestros “candidatos de la -jajajjaja- puta transparencia” lo que me salga de las bolas.
No me interesan, pero me
como estos días los carteles electorales con las foticos de los “prendas” , que
están por todos lados, y no es que me den ganas de reír ni de llorar. No me
provocan reacción alguna.
Si llevara un “quinto” en la
cartera, eso sí, echaría mano de ella, no se baje alguno del cartel para quitármela.
José Juan Aparizio.
15- Mayo-2013.