Uno de los últimos capítulos de mi novela, que está casi terminada.
Quedamos
parejos cabrón.
Aquel cabrón, hijo de perra había
llegado de improviso, azuzado por unos celos mex de mierda, de hacía siglos,
pretendiendo recuperar algo que nunca poseyó. Hacía falta ser joputa, para
después de joder de por vida a madre e hijo, ahora pretender chingarse del mismo
viaje y mochando parejo a los dos, más al nuevo novio de su ex.
Pero el caso es que encontró, en la
casa, sólo y desprevenido –habrían debido avisarle- a Spy. Y lo encañono de
seguido harto de ira, gritando y preguntando desesperado por su ex y su hijo.
-
“Te voy a dar en la madre hijo de la chingada. ¿Qué
haces tú aquí?”. Soltó.
Spy, acostumbrado a ventear el peligro,
se dio cuenta en una fracción de segundo que de aquella no iba a salir sólo.
Sin saber porque el único pensamiento
que cruzó por su mente, en esos raros instantes en que se detiene el tiempo
fue: “Lola, es el momento de ver la mano que tienes ahí arriba”. Hasta juraría
que lo dijo en alto ante la incredulidad de un Pancho renegrido, tomado y con
el homicidio alumbrándole la pupila inyectada de sangre y de tequila.
Acto seguido notó alucinado que su mano
agarraba el cuello de un pendejo que tenía los ojos abiertos como platos. El
pecho de Spy obviaba la proximidad del cañón de aquel 45 que le apuntaba.
Sin embargo la situación había pasado,
de tensa a tranquila.
La fuerza de su mano era tal y la
presión ejercida por aquella garra –ya no era mano a esas alturas- en el cuello
de su oponente tan grave, que el
panchito aflojó su mano derecha soltando el revolver que cayó al suelo y al
estar amartillado soltó un tiro que rompió el cristal de la ventana.
Spy oyó su voz aunque sabía que no
hablaba el, sino Lola, su tía muerta hace años.
-
“No vas a volver por aquí a joder, parpadea si lo
captas”.
El fulano con una cara que iba del lila
a morado amago un ligero pestañeo, e intentó tomar aire, cosa que no consiguió,
por la extraña fuerza de aquella mano femenina.
Lola volvió a decir en la voz de su
sobrino:
-
“Parpadea si quieres vivir hijueputa”.
Ahora fueron dos parpadeos seguidos,
claros y bien definidos. Salidos de un cuerpo sin aire, pero con avidez de él.
Spy ahora vio la cara de la pelona en
los ojos de aquel elemento.
Y la mano de Lola dio el apretón final.
Cuando soltó y Pancho cayó al suelo, su
viaje al más allá era un hecho.
Spy sintió entonces un toque en su
hombro y escuchó al lado de su oreja aquella voz familiar. Sin necesidad de
volverse supo que el día brillaba más porque una sonrisa burlona lo iluminaba.
- “Ese está mejor en el infierno. Es más
calentito”.
El humor zumbón de Lola, la que no se casó
porque en su familia de tiesos, con un padre ludópata que se jugaba la camisa a
diario, era ella la que ponía la cara en los pufos y los fiados. Los demás
familiares no valían pa eso.
- “Esto fue pa que veas que si tengo mano”.
Spy cuando no ganaba en los juegos de
azar le echaba la culpa a su tía muerta: “Que poca mano tienes ahí arriba
Lola”.
“Y compra parque pal revólver que te dí
José”. Que ya estás mayorcito pa estar
llamando a tu tía.
Entonces cogió al muerto por una pata y
arrastrándolo por el suelo, se dio la vuelta y se largó diciendo:
“A este ya lo mando yo p´abajo”.
En el fondo del paisaje cerca del
horizonte hacia donde caminaba la muerta estaban parados otros cinco familiares
muertos sonriendo todos:
La abuela Teresa, su padre, sus tíos
Purita y Justo (Padrino) y Ziriña su novia.
Spy se dio la vuelta y salió de la casa
caminando con su soledad más acompañada que nunca.
Sonrió por el colmillo, como su tía,
como sus perros Songo y Rubio. Pensando:
- “Bonita cuadrilla”.
José Juan Aparicio Abundancia. 29-Agosto-2012.